viernes, 29 de noviembre de 2013

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Después de haberse mantenido estable durante 22 años con una paridad de $12.50 por dólar, el peso mexicano pierde 58 % de su valor, dejándosele flotante, lo que constituye el principal revés para el Gobierno de Echeverría. 

El fracaso de la política estatizante de Echeverría debe entenderse en el siguiente contexto:

Al inicio del sexenio, se recrudecía el fenómeno inflación-recesión en el mundo, con efectos como: inflación rápida y desordenada, desempleo, escasa inversión privada y parquedad de moneda circulante.

Frente a esto, el Gobierno decidió terminar con el modelo de desarrollo estabilizador que, según se definió, consistía en que grupos reducidos de empresarios, a menudo vinculados con intereses extranjeros, desarrollaban sus fortunas, mientras se “estabilizaban” los bajos ingresos de la mayoría popular.[1]  

Para cubrir el vacío dejado por la inversión privada, el Gobierno aumentó la inversión pública, con un gasto que triplicaba al del sexenio anterior; la inversión pública aumentó rápidamente en términos reales en 16% y la inversión privada sólo en 4 %, entre 1970 y 1975; 

creció el producto nacional bruto gracias a la intervención del sector público, pero, para poder mantener esta alta inversión pública y no frenar el crecimiento, el Gobierno recurrió al endeudamiento externo, comprometiendo la independencia económica; 

los artículos del extranjero eran más baratos, creciendo las importaciones y el contrabando, al tiempo que disminuían las exportaciones, lo que se agravó con el proteccionismo estadounidense.

La deuda externa se duplicó con Echeverría, se agudizó el déficit de la balanza de pagos y la inflación fue superior a la de Estados Unidos. 

Al iniciar el año, los periódicos extranjeros señalaban la pérdida de valor del peso mexicano, provocando que empresarios nacionales cambiaran pesos por dólares y sacaran capitales; así disminuyó el ahorro nacional y aumentó el endeudamiento. 

Echeverría se vió obligado a devaluar.

Con la devaluación se disparó la inflación, aumentando en 30 % los artículos de primera necesidad y los salarios sólo en 23 %. 

Contra lo esperado, las inversiones se detuvieron más, los capitales continuaron saliendo cambiados en dólares (3,000 millones de pesos según la banca suiza). 

El Gobierno decidió derogar impuestos a exportaciones y dejar la moneda en flotación libre, pero volvió a devaluarse.

Al fin del sexenio la producción de petróleo aumentó de 450 mil barriles diarios a un millón; 

la de energía eléctrica, de 6 millones de Kwh a 12 millones; la de acero, de 4 millones de toneladas a 9; se duplicó la red caminera, se amplió el sistema aeroportuario, y se construyeron dos puertos de altura en Madero, Chiapas y en Lázaro Cárdenas Michoacán.

La administración del Lic. Echeverría no tiene la culpa de la depresión que afectaba a un gran número de países en mayor o menor grado. 

Pero tampoco puede evadir la responsabilidad de haber llevado a cabo políticas que sextuplicaron el déficit presupuestario, multiplicaron por ocho el número de empresas controladas por el Estado, y redujeron a la mitad el valor del peso mexicano sin alcanzar los esperados beneficios, particularmente en lo que se refiere al aumento de las exportaciones.[2]  

Durante este año, Echeverría interviene en la Conferencia sobre Asentamientos Humanos “Habitat 96”, en Vancouver, Canadá; se inaugura la Universidad Militar en Tlalpan, desapareciendo el antiguo Colegio Militar; 

quince mil personas asisten a la inauguración de la monumental Basílica de Guadalupe, a cuya construcción contribuyó el Gobierno; se reintegra a México la franja de tierra conocida como Corte de Ojinaga; con Estados Unidos, México logra volver al Río Bravo a su cauce original. 

El PRI postula al Lic. José López Portillo como candidato a la Presidencia de la República, siendo sustituido en la Secretaría de Hacienda por Mario Ramón Beteta.

Cabe señalar que… Echeverría ha encontrado en López Portillo el hombre de confianza a quien trasladar responsabilidades de toda índole, lo mismo una cátedra en la Universidad que la Presidencia de la República. 

Y cuando el actual Presidente necesitó quien le hiciera frente a dos medidas antipopulares, el aumento en las tarifas de energía eléctrica y el establecimiento de un impuesto a la gasolina, fue López Portillo, como director de la Comisión Federal de Electricidad, primero, y como Secretario de Hacienda después, el que afrontó los hechos y sus consecuencias.[3]

Once días antes de entregar el poder, Echeverría súbitamente expropia tierras agrícolas del Noroeste, para distribuirse entre 8,000 familias campesinas, lo que alentó invasiones de tierras, provocando a dueños de latifundios, comerciantes e industriales, y acelerando la fuga de capitales.

Se realiza la XXVI Convención Nacional Extraordinaria, una de las más difíciles en la vida de Acción Nacional. 

Después de seis votaciones, ni Pablo Emilio Madero (que aventajaba en las votaciones), ni Salvador Rosas Magallón, alcanzaban el 80 % de los votos para lograr la candidatura a la Presidencia de la República; se inician riñas entre delegados y se percibe la entrada de gente ajena a la Convención (aparentemente llegó en camiones del PRI). 

En la séptima votación Madero alcanza el 73 % de los votos contra 23 % de Rosas Magallón; González Hinojosa solicita a los candidatos que se retiren para poder postular a un tercer candidato de unidad, pero estos se niegan; se recurre entonces a la votación de los presentes, quienes tampoco acceden. 

González Hinojosa declara formalmente que el PAN no presentará candidato a la Presidencia de la República.

En esta época en que se suscitan diversos conflictos al interior del PAN, González Hinojosa afronta la situación en un marco de clara agresividad por parte del Gobierno y de los medios de información que mostraban un “extraño interés” por el acontecer al interior del partido.

En marzo, el candidato a diputado del PAN por Ciudad Juárez es secuestrado y golpeado por militares. 

En Tijuana, los panistas participantes en el desfile del Día del Trabajo son golpeados por grupos “cetemistas”, con la complicidad de las autoridades municipales.

El 4 de julio se realizan las elecciones federales en las que José López Portillo es candidato único, postulado por el PRI, apoyado por el PPS y por el PARM. 

Hubo un inútil dispendio de recursos en la campaña de López Portillo y el PRI-Gobierno temió un mayor abstencionismo en estas elecciones; 

se permitieron actos de propaganda para Valentín Campa, candidato por el clandestino Partido Comunista que no contaba con registro. Porfirio Muñoz Ledo, líder del PRI, se pasó de listo anunciando prematuramente que López Portillo había obtenido 17 millones de votos, pero más tarde se dijo oficialmente que fueron cerca de 13 millones.

Acción Nacional presenta fórmulas para senadores en la mitad de los Estados de la República, y para diputados federales en 26 Estados. 

La votación para el PAN disminuyó en comparación con otras elecciones y no se ganó ninguna diputación por mayoría, pero se ganaron 20 diputaciones de partido. 

Al PPS sólo le correspondían 8, pero le “regalaron” otras 4; al PARM se le dan 8, violando la ley y quedando en estos cargos su presidente y otros miembros de su comité, a pesar de que otros de sus candidatos habían alcanzado mayor votación.

En julio ocurre un atentado dinamitero contra las oficinas del PAN en Jalisco.

En el contexto de la carencia de autonomía de la Comisión Federal Electoral y de la total incapacidad del Colegio Electoral para actuar con imparcialidad, Acción Nacional acuerda que sus candidatos no asistan a este último.

El panista Valdemar Rojas vence al candidato del PRI en las elecciones municipales de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 

También se gana en Coaxomulco, Tlaxcala. Se anulan las elecciones en León, en donde fue evidente el triunfo del panista Juan Manuel López Sanabria.

El 1º de diciembre toma posesión como Presidente de la República el Lic. José López Portillo.

En La Nación se publicó que la adquisición por parte de Echeverría de la Organización Editorial Mexicana (antigua cadena García-Valseca) y otros órganos de prensa como el periódico El Universal, según insistentes rumores, cuyo público y notorio discurrir nadie parece interesado en rechazar, hacen suponer válidamente que Echeverría espera seguir influyendo en la política mexicana, a la manera de Lázaro Cárdenas, figura ésta con la que Echeverría ha gustado de establecer paralelismos.[4]  

Acerca de Echeverría dice Alan Riding que, como ex secretario de Gobernación, reconoció la falla política del sistema en 1968. En su campaña electoral, vio que la crisis era incluso más profunda: el “milagro económico” había conducido al desarrollo industrial, pero había dejado a millones de mexicanos en una inmensa miseria. 

Por consiguiente, empezó a prometer el cambio. Cuando ocupó su puesto, liberó a los presos políticos de 1968, alentó a los medios de comunicación a cuestionar los mitos de la Revolución y anunció una “apertura democrática”…

trató de rejuvenecer al sistema, introduciendo al gobierno a tecnócratas jóvenes, alentando la formación de nuevos sindicatos independientes, inyectando militancia al movimiento campesino oficial e incluso jubilando a cientos de generales revolucionarios viejos para hacerle espacio a oficiales más jóvenes… 

había colocado en el poder a una generación totalmente nueva, la cual suponía, le sería fiel en los siguientes años. Los intelectuales liberales y de izquierda estaban especialmente complacidos con la nueva política exterior activista de Echeverría, que ondeaba orgullosamente la independencia de México de Estados Unidos al abrazar causas del Tercer Mundo y buscar nexos más estrechos con el gobierno socialista de Chile y con Cuba.

Pero no se ganó a todos. Mientras Washington se iba irritando con la retórica de Echeverría, aparecieron en México, por primera vez, guerrillas izquierdistas, dando pie a una nueva oleada de represión, aunque menos visible que antes. 

Sin embargo, la oposición más seria procedió del sector privado, que consideraba que Echeverría era enemigo de la iniciativa y estaba decidido a aumentar el papel del Estado en la economía. 

En consecuencia, la inversión privada disminuyó, al tiempo que el gobierno empezó a contratar muchos préstamos en el extranjero con objeto de financiar el creciente e inflacionario gasto público.[5]


Echeverría y la CIA

Washington. Cuando Porter Goss, el director nombrado (en el año 2004) de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pasó tiempo en México como agente encubierto, en algún momento de la década de los 60, la capital mexicana era en términos reales uno de los "puntos calientes" de las actividades clandestinas internacionales.

Calificada por algunos como "la Viena del hemisferio occidental", la ciudad de México albergó en los 60 y los 70 una de las mayores estaciones de la CIA en el mundo, encargada entonces de vigilar y espiar las actividades de soviéticos, cubanos, europeos del este y refugiados de la izquierda latinoamericana.

Fue la época en que la CIA tuvo puestos de escucha y vigilancia visual frente a las embajadas soviética y cubana; 

fue cuando Phillip Agee describió en su libro Inside the CIA, publicado en 1975, que describió la identidad y las acciones de la agencia de espionaje estadounidense en México y que en una amplia descripción del ambiente reveló que uno de los personajes descritos como "contactos" de la agencia de espionaje estadounidense era el ahora ex presidente mexicano y entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, con la designación Litempo 14 .[6]


Las traiciones de Echeverría

Contrario a su discurso, Luis Echeverría Álvarez fue uno de los principales guardianes de Estados Unidos en América Latina.

Si como secretario de Gobernación fue el mejor informante que en su momento tuvo la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) en México, como presidente se puso a disposición de su homólogo estadunidense Richard M. Nixon para contener la Revolución cubana, encabezada por Fidel Castro, y aislar la experiencia socialista del chileno Salvador Allende, de quien públicamente se declaraba admirador.

La CIA bautizó a su colaborador en México como Litempo 8. Fue la clave para identificar al enlace de mayor importancia que tenía en el país. No era para menos. 

Como secretario de Gobernación, Echeverría tenía el control de la policía secreta del régimen priista, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), así como de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS).

Ya como presidente, Echeverría fue más explícito en sus servicios a Estados Unidos. En Washington acordó con Nixon actuar para detener “la amenaza comunista” de Castro y el socialismo de Allende. 

Escogió ese camino para convertirse en “la voz de América Latina”.

Ese propósito fue resultado del viaje que hizo Echeverría a Washington en junio de 1972. Visitó la Casa Blanca los días 15 y 16 y conversó durante varias horas con Nixon. 

Todo fue grabado de manera subrepticia por el Servicio Secreto (SS) como parte de una tradición inaugurada por el presidente Lyndon B. Johnson con el propósito de que cualquier diálogo presidencial quedara registrado.

Los micrófonos captaron cada una de las palabras de los dos presidentes que se reconocían a sí mismos como líderes mundiales. 

Cinco pequeños micrófonos fueron colocados en la silla de Nixon y dos más en una chimenea cercana. 

Más que suficientes para que quedara el testimonio en el que Echeverría se perfilaba como guardián de los Estados Unidos en América Latina. 

Los diálogos, apoyados en un traductor, revelan con claridad la comunión de intereses.

A lo largo de su inacabado segundo mandato, Nixon fue grabado por el SS. Tres mil 700 horas en total. De ellas, poco más de tres fueron con Echeverría o son referencias elogiosas a él en los intercambios de opiniones que el entonces jefe de la Casa Blanca tuvo con sus más cercanos colaboradores. 

Entre ellos, su asesor de Seguridad Nacional, Alexander Haig, quien posteriormente fue secretario de Estado de otro presidente republicano: Ronald Reagan, ya fallecido. Otro de los que supo de los elogios de Nixon a Echeverría fue el director de la CIA, Richard Helms, quien conocía de sobra los servicios prestados por el presidente mexicano.

Durante años, Nixon –fallecido en abril de 1994– se opuso a la revelación del contenido de esas grabaciones, pero a partir de 1999 el Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha difundido algunas de ellas. 

La encargada del Proyecto México de esa organización no gubernamental, Kate Dole, tiene registradas 169 referencias a México y a su presidente en aquella época.

Antes de ir a Estados Unidos, Echeverría realizó una gira por varios países de América Latina, incluido Chile, donde se encontró incluso con Allende. Después, viajó a Beijing y a Moscú, donde previamente había estado Richard M. Nixon.

Conversaciones reveladoras

Echeverría hizo ese viaje a Estados Unidos un año después del 10 de junio de 1971, cuando el grupo paramilitar Los Halcones, creado desde que él era secretario de Gobernación, arremetió contra una manifestación de estudiantes. 

En ese operativo fueron asesinados al menos 12 de ellos, según informó lustros después la desaparecida fiscalía para la guerra sucia que encabezó Ignacio Carrillo Prieto.

La más reveladora de las conversaciones de Echeverría con Nixon es la del 15 de junio de 1972, registrada entre las 10:31 de la mañana y las 12:10, tiempo de Washington. 

El encuentro de los dos mandatarios se efectuó poco antes de que el visitante pronunciara un discurso ante el Congreso estadunidense.

Dígale al presidente –le pidió Echeverría al traductor– que en el discurso que daré ante la sesión conjunta del Congreso en la próxima hora reiteraré mis principios del Tercer Mundo frente a los grandes poderes del mundo porque…

–… Por la doctrina Echeverría –interrumpió Nixon.

–…Sí, porque si yo no tomo esta bandera en América Latina (Fidel) Castro lo hará. Estoy muy consciente de esto.

Y prosiguió: En México sentimos –y sentí lo mismo cuando fui a Chile y puede ser sentido en América Central, y entre los jóvenes y algunos intelectuales– que Cuba es una base soviética en todo el sentido del término, tanto militar como ideológicamente. Y esto va a pasar bajo nuestras narices.(…)

Y creo, señor presidente, que es obvio que con el gran subsidio que recibe (de los soviéticos) y su profunda complicidad, intenta proyectar su influencia en grupos tanto en los Estados Unidos como en América Latina.

Y si en México no adoptamos una actitud progresista hacia la estructura de libertad y de amistad con Estados Unidos, esa tendencia va a crecer. 

He sentido esto no sólo en América Latina sino en los Estados Unidos...[7]

En la organización masónica existe el Capítulo de los Caballeros Kadosh, que son los hombres que se reúnen para deliberar y decidir sobre política. Por ejemplo, Luis Echeverría, expresidente de México y agente de la CÍA, era el Gran Orador del Capítulo de Caballeros Kadosh en México.[8]

Léanse mis "Apuntes para entender el proyecto del Nuevo Orden Mundial: La conspiración de la masonería contra la Iglesia Católica para imponer un solo gobierno mundial":


[1] Gutiérrez Casillas, S.J. José. Jesuitas en México durante el siglo XX, op. cit., p. 390
[2] Ibid., p. 392
[3] Declaración del comité regional de Chihuahua. ¿Qué pretende Echeverría?, en La Nación, Órgano Oficial del Partido Acción Nacional, Año XXV, No. 1461, 15/septiembre, México 1976, pp. 5-6
[4] Ibid., p. 5
[5] Riding. op. cit., pp. 80-81
[6] Cf. Carreño, José. corresponsal, Periódico El Universal, 11 de agosto, México, 2004
[7] Carrasco Araizaga, Jorge. Periódico A.M., 29 de marzo de 2009, Querétaro, México
[8] Cf. Díaz Cid, Manuel Antonio. Génesis y Doctrina de la Francmasonería, Ediciones de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, 1990, pp. 36-37

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