jueves, 28 de noviembre de 2013

1 9 6 0

1 9 6 0

Triunfa John F. Kennedy en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, como primer Presidente católico de este país, quien capta simpatías en Latinoamérica.

López Mateos sabe ganarse la simpatía popular mediante el hábil manejo de la propaganda, la frecuente inauguración de obras, ceremonias cívicas y entrevistas con celebridades. Visita Venezuela, Brasil, Argentina, Chile y Perú. Antonio Ortiz Mena, Secretario de Hacienda, informa que el peso es ya una moneda estable, sostenida de manera importante por la reserva del Banco de México. 

Se inaugura el viaducto en el D.F. en donde también se construyeron escuelas, mercados, hospitales infantiles y el túnel de 17 kilómetros contra inundaciones. Se mejora el sistema de ferrocarriles con la incorporación a la red nacional, del ferrocarril mexicano como una nueva división. 

México tiene 34 millones de habitantes con un crecimiento poblacional de 3.4 % anual, de los más altos del mundo.

 Se trasladan los restos de Madero al Monumento a la Revolución.

Es notorio el entusiasmo por el régimen de Fidel Castro en Cuba. Lázaro Cárdenas había atacado la política de López Mateos. En el PRI surge una controversia sobre la dirección del partido y de la revolución. Visita México el ministro soviético Anastas Nikoyan.

A principios de los años sesenta, una serie de izquierdistas independientes, muchos de ellos discípulos de Cárdenas, fundaron el Movimiento de Liberación Nacional para dar apoyo a la revolución cubana, pero éste tampoco pudo crecer como alternativa de la izquierda.[1]  

López Mateos defiende la libertad religiosa, lo cual es la primera declaración oficial sobre religión en 32 años; se dice que el partido oficial se inclinaba a la derecha.

López Mateos trata de probar lo contrario con el reparto de tierras y la nacionalización de empresas como las dos más fuertes compañías extranjeras de luz y energía eléctrica; luego compra las acciones de otra compañía, controlando toda la electricidad del país. 

Surgió el slogan triunfal: 1915, la tierra; 1938, el petróleo; 1960, la electricidad.

La Iglesia reaccionó también contra la retórica izquierdista de López Mateos y la amenaza, real o imaginaria, de que México siguiera el camino de Cuba. 

A finales de 1960, después de secundar a sectores influyentes de la iniciativa privada y asociaciones de padres de familia en su batalla contra la introducción oficial del libro de texto gratuito, la Iglesia comenzó a desplegar una intensa movilización pública. 

La Asamblea del Episcopado Mexicano celebrada en México en octubre de ese año, aprobó un manifiesto en el que advertía al país sobre el peligro de caer víctima del comunismo.[2]  

El triunfo de la Revolución Cubana estaba repercutiendo en todo el país. Parecía que Castro era demócrata, pero fue conduciendo al régimen hacia el totalitarismo prosoviético. 

En Latinoamérica surgieron movimientos políticos, sindicales, intelectuales, guerrilleros, etc., de corte marxista. Castro había recibido el apoyo del gobierno mexicano para preparar la revolución, y continuaba el apoyo diplomático en los foros internacionales.

El PAN publicó un desplegado sobre el Informe Presidencial, afirmando que en México existía una crisis política-jurídica-económica y moral. Ningún diario aceptó publicarlo, a excepción de Ovaciones. 

En la Convención Interregional de Puebla se abordó el tema de la participación de los trabajadores en las utilidades; Juan Landerreche Obregón habló de la extensión de la participación obrera hasta la administración de las empresas, independientemente, y además del salario, las prestaciones sociales y el Seguro Social obligatorio.

La Nación publicó un agudo análisis sobre el concepto de subdesarrollo, escrito por Manuel Gómez Morín, en el que critica las tesis oficiales, habla del problema de los braceros, del desempleo, de la distribución del ingreso y de la posibilidad de un mercado interno como prerrequisito para la industrialización.



[1] Riding, op. cit., p. 126
[2] Krauze, Enrique. La Presidencia Imperial, op. cit., pp. 270-271

No hay comentarios:

Publicar un comentario