LA FUNDACIÓN
DE UN PARTIDO DE ESTADO EN MÉXICO:
EL PRI (PNR)
En 1929, Calles fundó el Partido Nacional
Revolucionario (PNR), quien, al retirarse de la Presidencia, declaró
públicamente que no aspiraría a otro periodo, porque las instituciones son más
importantes que los individuos.
En virtud de la incapacidad del caudillaje para resolver los problemas políticos y electorales, Calles organizó al PNR cuando Emilio Portes Gil iniciaba su periodo presidencial.
Se pretendía agrupar a la mayoría de los
revolucionarios, disciplinar a los pequeños organismos políticos evitar
desórdenes en la designación de los puestos políticos.
Calles quería que se
transitara de un gobierno de caudillos a un régimen de instituciones, y
pacificar definitivamente a las distintas facciones revolucionarias,
consolidándose a partir de entonces la familia revolucionaria con
Calles quien se reservó para sí el título de “Jefe Máximo de la Revolución”:
Lo cierto es que no concurrían en Calles ni siquiera los requisitos del militar
afortunado que gana batallas.[1]
El PNR nació como partido de Estado, lo que llegó al colmo cuando se utilizaron fondos públicos para su financiamiento. En efecto, el Presidente Portes Gil dispuso que ¡¡¡los empleados públicos “donaran” al partido el salario del día 31 de cada mes!!!.[2]
En su primera Declaración de
Principios sostenía la aceptación de la democracia como forma de gobierno, la
necesidad del mejoramiento económico y social de la población, de una correcta
administración, la defensa de la soberanía nacional, y la importancia de
hombres de “ideología revolucionaria” en el poder público para alcanzar estas
metas.
Gómez Morín no trabajaba entonces en el Gobierno; trabajaba en su profesión, pero una buena parte de su tiempo lo daba como consejero al Gobierno, sin nombramiento y sin retribución, y, por supuesto, nunca trabajó dentro de la Familia Revolucionaria.[3]
Luis Javier Garrido afirma que el nacimiento del PNR no implicó la creación oficialmente de un sistema de partido único, pero el esquema al que éste obedecía implicaba la reducción de las demás formaciones a la categoría de partidos “contrarrevolucionarios”, que podían ser fácilmente declarados ilegales, dejando de hecho al PNR como el único partido legítimo…
El proyecto
del partido se nutría por otra parte de algunas de las experiencias
desarrolladas en Europa en el curso de los años veinte, e innegablemente
comportaba rasgos totalitarios. No solamente en el modelo político que
implicaba, sino también en sus principales aspectos internos, el PNR careció
desde sus orígenes de mecanismos y de prácticas democráticas.[4]
[1] Vasconcelos, José. Breve Historia de México, op. cit., p. 360
[2] Cartas, José María. Orden político y orden económico en México:
dilemas y alternativas. CIEDLA. Fundación Konrad Adenauer (Edit.), Buenos
Aires 1990, p. 44
[3] Cf.
Wilkie, op. cit., pp. 26 y 16
[4] Garrido, Luis Javier. El Partido de la Revolución
Institucionalizada, editorial Siglo XXI. México, 1984, p. 100
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