El ATENEO DE
LA JUVENTUD
Los grandes maestros que influyeron
decisivamente en Gómez Morín, fueron José Vasconcelos (1882-1959) y
Antonio Caso (1883-1946). Ambos rechazaban el positivismo [1]
introducido en el siglo pasado por Gabino Barreda.
Una corriente filosófica que
exaltaba lo científico y con la que se intentó justificar la dictadura del
Porfirismo.
En efecto, en 1868 la Escuela Nacional Preparatoria inició sus
labores conforme al plan de estudios de orientación positivista redactado por
Barreda, discípulo en Francia de Augusto Comte, fundador del positivismo.
Justo
Sierra, ministro de Instrucción Pública (1905-1911) y fundador, en 1910, de la
Universidad Nacional de México, también contribuyó a la difusión de los errores
del positivismo, así como de los errores históricos plasmados en “México a
través de los siglos”, obra proclive al partido liberal.
Afortunadamente, en 1914, Pedro Henríquez Ureña modificaría el plan de estudios de la Escuela Nacional Preparatoria, añadiendo estudios de carácter humanístico.
Antonio Caso, José Vasconcelos y otros importantes intelectuales como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Carlos González Peña, fundaron en 1906 la revista Savia Moderna. Posteriormente, este grupo de destacadas personalidades formaría El Ateneo de la Juventud (1909-1910), emprendiendo una lucha abierta contra el positivismo imperante, por medio de conferencias y publicaciones, distinguiéndose Antonio Caso como elocuente orador.
Aunque había sido educado en el positivismo, Antonio Caso fue el primero en rebelarse contra esta perniciosa doctrina pedagógica oficial.
Vasconcelos y Caso veían al positivismo como una expresión del egoísmo y como mero preámbulo de lo espiritual. Para ellos, lo espiritual constituía lo propiamente humano. Además, cada uno compartió el ansia por reivindicar lo mexicano.
Hace unos cuantos años, - escribe Gómez Morín - en la desazón de un régimen político que agonizaba, un pequeño grupo inició formalmente la rebelión espiritual contra las doctrinas que entonces y desde hacía tiempo eran verdad obligatoria en México.
En el Ateneo de la Juventud, Vasconcelos, el maestro Caso, Pedro Henríquez Ureña, Acevedo, Ricardo Gómez Robelo, Alfonso Reyes y otros pocos más, alzaron la bandera de una nueva actitud intelectual.
No hicieron doctrina común. No estaban unidos por otro lazo que el de una inquietud… El grupo se deshizo pronto. Ya en 1915 sólo el maestro Caso estaba aquí. Pero en torno del maestro se formó pronto otro grupo no ya organizado… sino disperso.
Y con optimista estupor nos dimos cuenta de insospechadas verdades.
Existía
México. México como país con capacidades, con aspiración, con vida, con
problemas propios… Y los indios y los mestizos y los criollos, realidades
vivas, hombres con todos los atributos humanos… ¡EXISTÍAN MÉXICO Y LOS
MEXICANOS! [2]
En el Ateneo de la Juventud, José Vasconcelos dió … una conferencia magnífica… que fue realmente el principio de la creación del México moderno; una conferencia sobre Gabino Barreda, quizá la más valiosa de todas las que se dijeron en el Ateneo y que tuvo una gran trascendencia.
Todos los jóvenes de
entonces la leímos y la sabíamos y fue para nosotros una orientación.
Más maestro fue don Antonio Caso; él sí era maestro en el sentido universitario
de la palabra, uno de los grandes maestros del México nuevo.[3]
Caso predicaba que las principales características del mexicano debían ser el desinterés y la caridad, que concebía como las máximas manifestaciones humanas.
La caridad no se demuestra ni se colige. Es la experiencia fundamental religiosa y moral. Consiste en salir de uno mismo, en darse a los demás, en brindarse y prodigarse sin miedo de sufrir agotamiento.
Esto es en esencia lo cristiano…
Cuando se trata de la caridad, se piensa generalmente en el alivio que recibe
el débil por la acción del caritativo; mas no en la explosión de fuerza que
implica el sentimiento de caridad, al vencer las resistencias del egoísmo y
brotar del alma del fuerte.
La caridad es indisolublemente fuerza y bondad,
fuerza porque es bondad, y bondad porque es fuerza… La caridad es un hecho como
la lucha. No se demuestra, se practica, se hace, como la vida.[4]
[1] Positivismo:
sistema filosófico desarrollado por el francés Augusto Comte, que restringe el
cometido de la ciencia a la comprobación de los hechos, pero prescindiendo de
los fundamentos metafísicos de la ciencia, lo cual es imposible. (Cf. Brugger,
Walter. Diccionario de Filosofía, editorial Herder, Barcelona 1979)
[4] La existencia
como economía, como desinterés y como caridad, en Caso, Antonio. Antología Filosófica, UNAM,
1985, pp. 60, 61 y 65
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