Congresos
Católicos y Semanas Sociales
En 1876, la Sociedad Católica de México celebró una asamblea general a la que concurrieron representantes de toda la República, con el fin de estudiar y de proponer soluciones a los problemas nacionales.
En 1885, el
Arzobispo Labastida realizó un loable esfuerzo al intentar celebrar un Congreso
Católico, aunque será en la primera década del siglo XX cuando se organizarán
sistemática y periódicamente los primeros Congresos Católicos y Semanas
Sociales en México, siguiendo el ejemplo de Congresos semejantes realizados
desde el siglo XIX en Bélgica, después en Alemania, Suiza, Francia, España,
Italia, Inglaterra y Estados Unidos.
Algunos prelados mexicanos, como Ignacio
Montes de Oca, habían estado presentes y habían participado en varios de estos
Congresos y promovieron su realización en México.
En 1903 se llevó a cabo el Primer Congreso Católico Mexicano en Puebla.
Sus trabajos y conclusiones versaron sobre los siguientes puntos:
fundación de círculos católicos; beneficencia, en particular las conferencias
de San Vicente de Paúl; formas de combatir el alcoholismo; forma jurídica de
los establecimientos de instrucción y beneficencia; círculos católicos de
obreros; prensa católica; teatro malo; instrucción pública católica; problema
indígena; organización de futuros Congresos.
En 1904 se llevó a cabo, en Morelia, el Segundo Congreso Católico de México y Primero Mariano. Se estudiaron: los medios para que todos los obreros tuvieran trabajo, las medidas para evitar los vicios entre obreros, la evangelización y civilización de los indígenas, y cuestiones relacionadas con los círculos obreros.
Se recomendó que, por todos los medios posibles, se
impartiera la instrucción primaria a la clase obrera, en escuelas parroquiales
para niños y adultos y que también se establecieran escuelas agrícolas, de
artes y oficios y talleres.
En 1906 se celebró el Tercer Congreso Católico Nacional y Primero Eucarístico, en Guadalajara.
El acento se puso sobre la justicia social y sobre
los deberes de los patrones. Los trabajos versaron sobre: la dignidad de la
mujer; la santidad del matrimonio y del hogar, la niñez y la familia; la
sociedad y apostolado expiatorio eucarístico; los caballeros cristianos; la
prensa eucarística popular; la autoridad pública y las costumbres cristianas;
las sociedades de obreros y su organización en las parroquias; remedios al
pauperismo; los patronos y la protección a los trabajadores; campaña contra el
alcoholismo; la beneficencia particular cristiana; la prensa católica y la
educación de la niñez y de la juventud.
Se concluyó que a los obreros se les
debía pagar su salario íntegro y en dinero en efectivo, salvo que los
trabajadores prefirieran otra costumbre, y que el salario justo no puede ser
inferior al mínimo suficiente para el sostenimiento de un obrero frugal y de su
familia. Esta tesis del salario familiar fue repetida por los católicos en
muchas ocasiones.
En una de las intervenciones, el seglar Nicolás Leaño concluyó
con una predicción:
México está al borde de una
revolución sangrienta… Quien ha tenido la oportunidad de conocer a los
infelices trabajadores, se da cuenta de la responsabilidad de los patronos en
la revolución que viene.[1]
En 1909 se celebró el Cuarto Congreso Católico Nacional, en Oaxaca, dedicado exclusivamente al problema indígena. Los temas tratados versaron sobre: medios prácticos para la mayor difusión de la educación religiosa entre los indígenas; sistema para la educación política del indígena; difusión de la buena prensa entre los indígenas; medios para mejorar la higiene entre la gente del campo; recursos para combatir el alcoholismo entre los indígenas, y para combatir el concubinato y el adulterio;
fundación de escuelas
rurales y de la instrucción que deben impartir; condiciones a que ha de
sujetarse el salario; medios para mejorar la alimentación, el vestido y la
habitación de los peones en las fincas de campo; sistema para establecer
tiendas en las fincas rurales; formas para extirpar la vagancia y la
mendicidad; remedios para concluir con las cuestiones de los indígenas sobre
límites y propiedad de tierras; jornada máxima de trabajo;
medidas para
prevenir accidentes en las minas y remedios para combatir el juego, las riñas y
otros vicios comunes en los centros mineros; higiene en las fábricas; remedios
contra las huelgas; formas de solución para los conflictos entre el capital y
el trabajo; círculos de obreros y mutualismo.
En 1904 se lleva a cabo el Primer Congreso Agrícola Regional, en Tulancingo.
Los temas estudiados fueron: medios de combatir la embriaguez;
medios de protección a la existencia de la verdadera familia entre los
trabajadores del campo; protección a la niñez; medios de aminorar la miseria de
los trabajadores del campo; salarios y estímulos económicos para los
jornaleros.
Cuestiones semejantes fueron estudiadas en el Segundo Congreso
Agrícola Regional en 1905, en el que se pidió a los amos, patrones y
empresarios que establecieran pensiones vitalicias para los obreros que se invalidaran
o envejecieran en el ejercicio de su empleo o de su trabajo.
En el Tercer
Congreso Agrícola Nacional en Zamora, en 1906, se incluyeron asuntos
técnicos y se concluyó que no era conveniente que los peones pagaran a los
patrones renta por sus casas.
La Primera Semana Católico Social se llevó a cabo en 1908, en León. Tomando el modelo aplicado en Francia, esta Semana era una especie de curso, generalmente de siete días, impartido por maestros competentes orientados de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, que exponían diversos temas de la ciencia social para la formación de los asistentes; eran “universidades ambulantes”.
El programa de esta Primera Semana contenía una
explicación de la naturaleza de la acción social católica y de la necesidad de
aplicarla activamente a los trabajadores del campo;
una explicación de estas
experiencias en la práctica; conferencias sobre: el sacerdote católico y el
proletariado, las cooperativas de crédito o cajas del sistema Raiffeisen,[2]
y sobre las formas de la acción católica social más adaptables a los labriegos
mexicanos; estudios técnicos sobre flora regional, aprovechamiento de aguas y
forrajes, y un estudio estadístico sobre la agricultura en la Diócesis de León.
La Segunda Semana Católico Social se llevó a cabo en el Seminario Conciliar de México, en 1910. Se presentaron trabajos sobre: el derecho de propiedad; el salario; la urgente necesidad de subir el salario a los obreros; el carácter de una Semana Católico Social;
obstáculos que impiden
fijar un tipo determinado para el salario de los obreros; la necesidad que
tiene el sacerdote de intervenir en la acción católico social; las necesidades
económicas de los obreros y los modos de solventarlas; medios prácticos para
mejorar las condiciones económicas y morales de los obreros; aumento del
salario; la conveniencia de establecer gimnasios, juegos sanos para los obreros
y cajas de ahorro; la conveniencia de establecer estudios sociológicos en los
seminarios; se presentaron algunos trabajo de carácter técnico sobre la
agricultura.
Se explicó que el Estado debe preocuparse por el mejoramiento del
salario, proteger la producción de artículos de primera necesidad y evitar la
multiplicación de productos nocivos.
La Tercera Semana Católico Social se llevó a cabo en la Universidad Pontificia de México, en 1911. La Cuarta Semana Católico Social se celebró en Zacatecas, en 1912, y se dedicó exclusivamente al problema agrario: organización rural; soluciones eficaces a la cuestión agraria; conferencias especiales para agricultores, mineros y obreros.
Los trabajos
presentados versaron sobre: la situación de los indígenas a consecuencia de la
desvinculación de los bienes comunales agrícolas; la usura en la agricultura;
el reparto de tierras (crítica del reparto gratuito); el bien o patrimonio de
familia; el Boerenbond belga como ejemplo de Federación Agrícola; los grandes
beneficios sociales del catolicismo; la acción social del sacerdote católico;
el trabajo de la mujer y otros temas más.
Otras reuniones de gran importancia fueron las “Dietas” de la Confederación Nacional de Círculos Católicos de Obreros. La primera Dieta se realizó en México en 1911, con el fin de constituir la Confederación. La segunda Dieta se llevó a cabo en Zamora, en 1913, en plena época revolucionaria, de anarquía y de guerras intestinas.
En ella se presentó el estudio de uno de
los grandes sociólogos del siglo XX en México: el R.P. Alfredo Méndez
Medina, S.J., quien presentó La Cuestión Social en México, que contiene los
principios básicos de un programa integral de reforma social para México y que sirvió
de inspiración a los legisladores revolucionarios para elaborar el Artículo 123
de la Constitución Política de México en 1917.
El Padre Méndez Medina, S.J., se había distinguido por su preparación social en Europa (estudió en España, en Francia y en Bélgica, y estuvo en Inglaterra, en Holanda y en Alemania); había tenido oportunidad de conocer en Bélgica la obra iniciada en 1904 por el Padre Rutten, Secretario de Uniones Profesionales, la cual llegaría a contar con 100 mil socios, y fue el principio del sindicalismo cristiano.
El Padre Méndez Medina, S.J., sostenía que el problema social mexicano se debía a la destrucción de los vínculos corporativos, al maquinismo industrial y a la protección que concedía la legislación liberal a los capitalistas.
El sistema
económico liberal, individualista y egoísta, llegaba a su fin y era necesario
reemplazarlo por un sistema de asociación y de solidaridad (“Solidarismo”,
diríamos en Acción Nacional).
En su estudio intitulado La Cuestión Social, el Padre Méndez Medina, S.J., presentaba un programa conforme en lo substancial con otros dos aprobados y elogiados explícitamente por Su Santidad León XIII: el Discurso-Programa de St. Etienne, del célebre Conde Alberto de Mun (diciembre de 1892) y el Congreso Social de Roma (febrero de 1894).
He aquí el histórico programa
social católico de la Dieta de Zamora:
1. Preservación del hogar doméstico y de la vida de familia, para lo cual se requieren:
1. Preservación del hogar doméstico y de la vida de familia, para lo cual se requieren:
a) la fijación en cada industria, por un Consejo profesional, del salario mínimo para un obrero adulto en condiciones normales de vida
b) una sabia reglamentación del trabajo de mujeres y niños, tendiendo a la supresión del de mujeres casadas y del de niños menores de 12 años, dando sólidas garantías de higiene, moralidad y seguridad al de jóvenes solteras
c) la adquisición de un bien de familia inembargable e indivisible, que consista no sólo en la pequeña finca rural, sino también en la pequeña habitación urbana y taller del artesano
2. Instituciones que aseguren al obrero contra el paro involuntario, los accidentes, las enfermedades y la penuria en la vejez
3. Consejos permanentes de arbitraje obligatorio para resolver pacíficamente los conflictos entre el capital y el trabajo
4. Facultad de participar, en lo posible, de los beneficios y aun de la propiedad de las empresas (cogestión,[3] diríamos en Acción Nacional)[4] que se presten a ello, por medio de acciones liberadas o por otros medios de fácil aplicación
5. Protección contra el agiotaje y especulación manifiesta o solapada que de diversas maneras concentra en pocas manos las riquezas nacionales, abusando de la inexperiencia o necesidad ajena
6. Facilidades para la organización y protección de la clase media, por medio de asociaciones independientes de empleados particulares y del Estado, de pequeños industriales, de pequeños comerciantes, etc.
7. Protección eficaz del trabajo a domicilio, sobre todo del de las mujeres y jóvenes costureras, fundándose con ese objeto las obras de asistencia y defensa profesional que sean necesarias
8. Representación legal ante los Poderes públicos de los intereses de los trabajadores, por medio de delegaciones profesionales
9. Por lo que toca a la cuestión agraria, propondremos aparte un programa especial, en el que, haciéndose cargo del respeto debido a los legítimos derechos de los terratenientes y propietarios, ofrecemos todo un sistema de reformas enderezado a asegurar en lo posible al campesino laborioso y honrado, la posesión y el uso más estable de un terreno suficiente para el decoroso sostenimiento de su familia.
En dicho programa daremos capital importancia a
aquellas instituciones que al mismo tiempo que favorecen económicamente al
campesino, lo instruyen en su oficio, lo educan, lo moralizan y le aseguran
contra propios defectos y desaciertos que hacen improductivo y contraproducente
el mejoramiento económico
10. Nuestras reformas procederán de una manera normal y graduada por etapas sucesivas, sin transiciones bruscas ni prematuros avances; pero con paso firme, sostenido y constante, marchando hacia el progreso ideado.[5]
El programa del Padre Méndez Medina, S.J., incluía importantes solicitudes a los Poderes públicos:
1. Que reconozcan la personalidad jurídica de los sindicatos profesionales, con derecho de propiedad mueble e inmueble tan amplio como lo necesiten, derecho de jurisdicción profesional sobre sus miembros y derecho de representación cerca de los Poderes públicos
2. Que reconozcan a los sindicatos, Cámaras sindicales y Asociaciones privadas semejantes, el derecho de fijar una tarifa de salarios sobre la base de un salario equitativo en sí mismo y socialmente conveniente
3. Que dicten y sancionen eficazmente la ley del descanso dominical
4. Que introduzcan en el Código Civil las modificaciones necesarias para convertir en bienes de familia inembargables e indivisibles, pequeños dominios rurales o urbanos
5. Que sometan a una severa legislación a las Bolsas de Valores y comerciales
6. Que repartan más equitativamente las cargas fiscales, demasiado pesadas hoy para los pequeños contribuyentes, reformando, sobre todo, los impuestos que hacen la vida más cara y estableciendo en general un sistema de contribuciones tal, que el gravamen de los pobres y el de los ricos sea proporcionado a sus fuerzas relativas.[6]
Si ese Programa se hubiese hecho entonces ley, no hubiera sobrevenido como sobrevino la destructora revolución constitucionalista, o, por lo menos, le hubiese restado elementos o quitado pretextos para las múltiples violencias e injusticias a que recurrió por desgracia.[7]
[1] Meyer, Jean. El
Catolicismo Social en México hasta 1913, Colección “Diálogo y Autocrítica”,
No. 1, IMDOSOC, México 1985, p. 15
[2] Cf. Barbosa
Guzmán, Francisco. La Caja Rural Católica de Préstamos y Ahorros en Jalisco
(1910-1914 y 1920-1924), IMDOSOC, México 1996
[3] Cf. Christlieb,
Adolfo. La Cogestión Obrera, en Escritos Periodísticos, EPESSA,
México 1994, pp. 621-625
[4] Cf. Landerreche
Obregón, Juan. Participación de los Trabajadores en las Utilidades de las
Empresas, Prólogo de Efraín González Luna, editorial JUS, México 1956
[5] Cf.
Álvarez, Oscar C. La Cuestión Social en México: El Trabajo, Manual
para Círculos de Estudio, Publicaciones Mundiales, S.A. México 1950
[6] Cf.
Adame Goddard, Jorge. El Pensamiento Político y Social de los Católicos
Mexicanos (1867-1914), Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana
(IMDOSOC), México 1991 (Centenario de la Encíclica Rerum Novarum), pp.
252-253. El autor es doctor en Historia por El Colegio de México y abogado por
la Escuela Libre de Derecho. La primera edición de esta importante obra la
realizó el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional
Autónoma de México en 1981.
[7] Márquez
Montiel, S.J. Joaquín. La Doctrina Social de la Iglesia y la Legislación
Obrera Mexicana, editorial JUS, México 1958, p. 44
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