LA LUCHA
CONTRA EL CONTROL
EDUCATIVO
El 20 de julio de 1934, Calles
da el llamado “grito de Guadalajara”, que influye en la modificación del
Artículo 3º Constitucional. Calles dijo en su discurso:
Sería una torpeza
grave y delictuosa para los hombres de la Revolución, que no arranquemos a la
juventud de las garras de la clerecía, de las garras de los conservadores.
Y
desgraciadamente las escuelas, en muchos Estados de la República y en la misma
metrópoli están dirigidas por elementos clericales reaccionarios, para que
demos esa batalla definitiva, yendo al terreno que sea necesario ir, porque
la juventud debe pertenecer a la Revolución…[1]
Una vez que renunció a la Presidencia el Ing. Pascual Ortiz Rubio, le sucedió el general Abelardo L. Rodríguez, quien impuso la “educación sexual” en los colegios, así como la reforma del artículo 3º. Constitucional, que hacía obligatoria la enseñanza socialista antirreligiosa.
Entre 1933 y 1934 - dice Krauze -, en el momento en que el Estado impuso la educación socialista, Gómez Morín era Rector de la Universidad.
Aquellos habían
sido tiempos de intensa radicalización, en los que el gobierno llegó al extremo
de cortar el presupuesto universitario y amenazar con el cierre de una
institución que consideraba ‘elitista, superflua y reaccionaria’.
Mientras el
Rector Gómez Morín ejercía una cuidadosa administración de los recursos
públicos que quedaban y echaba a andar una exitosa campaña para allegarse
fondos privados, miles de estudiantes y decenas de profesores defendieron la
libertad de cátedra en jornadas memorables para la Universidad.
Acaso la
polémica más importante del siglo XX mexicano haya sido la que escenificaron
entonces Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano, aquél defendiendo la
libertad de pensamiento e investigación, éste proponiendo la adopción del materialismo
histórico como la verdad científica y revelada.[2]
Recordemos que su madre era viuda, sin ingresos, por lo que Manuel Gómez Morín se vio obligado a trabajar para sobrevivir.
Eran tales sus penurias que
solicitó se le exentara del pago de cuotas y de colegiaturas cuando estudiaba
en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, dependiente de la Universidad
Nacional.
En 1933, Gómez Morín fue llamado a la Rectoría de la máxima casa de estudios, tocándole el peor momento de la crisis de la autonomía.[3]
La Universidad contaba con cerca de 27 mil alumnos y recibía del gobierno 500
mil pesos como ingreso. Era indispensable conseguir dos o tres millones de
pesos anuales, entre cuotas y donativos, a fin de mantener con vida a la
Universidad.
La Universidad luchó por la autonomía y el gobierno se la reconoció, pero le quitó el subsidio, dejándole nada más los intereses de un capital de diez millones de pesos que producían un insuficiente interés anual del cinco por ciento.[4]
Bajo el lema “Austeridad y Trabajo”, el Rector Gómez Morín pidió a los estudiantes no sólo su apoyo moral, sino también su apoyo económico:
las
cuotas que eran de doscientos pesos semestrales se subieron a dos mil y los
estudiantes todos hicimos un esfuerzo para pagar y los que no pudimos hacerlo,
pedimos despensas y reducciones o plazos y los obtuvimos con simples “cartas de
honor”, que pagamos al recibirnos, de modo que pudimos de todas maneras seguir
nuestros estudios, pues cuidadosamente se evitó perjudicarnos con la situación…
En una palabra, todos en la Institución y muchos fuera de ella, pusieron su
parte para que la Universidad rompiera, como rompió, el cerco de hambre y de
materialismo histórico ramplón con que maliciosamente la había rodeado Bassols,[5]
recuerda el destacado ex-diputado panista Juan Landerreche Obregón.
En efecto, la austeridad de los universitarios de aquellos tiempos llegó a ser heroica. La mayor parte de los profesores trabajó dos años prácticamente sin remuneración.
Maestros como Antonio Caso y Ezequiel A. Chávez, recibían sólo la
mitad de su salario. Gómez Morín retaba al Estado que derivaba hacia la
izquierda y fue el primer Rector que se declaraba católico.
El entonces Secretario de Educación, Lic. Narciso Bassols, se vio obligado a renunciar al cargo, ante la imposibilidad de resolver los serios problemas que se le presentaron por haber impuesto la “educación sexual”, y por la presión de la formidable oposición de los Padres de Familia.
Además, como protesta a la
imposición del socialismo en la escuela, renuncia el Rector de la
Universidad, Manuel Gómez Morín.
Fueron dos años - recuerda Gómez Morín - de una abnegación extraordinaria, que demostró al gobierno que estábamos dispuestos, los universitarios, a sufrir la mayor miseria con tal de mantener nuestra libertad… sometida la Universidad se acababa la lucha por el artículo 3º…
En 1934 salí de la Universidad. No era
posible para mí seguir allí; yo ganaba trescientos pesos, que además no
recibí… perdí catorce kilos de peso en dos años.[6]
[1] Gutiérrez Casillas, S.J., José. Jesuitas
en México durante el siglo XX. Biblioteca Porrúa, Tomo 77, editorial
Porrúa, México 1981, p. 162
[2] Krauze, Enrique, La Presidencia
Imperial, Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996),
Tusquets editores, México 1997, pp. 52-53
[3] Cf. Gómez Mont. María Teresa.
Manuel Gómez Morín: La lucha por la libertad de cátedra. Coordinación de
Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México 1996
[4] Cf. Castillo Peraza, Carlos (comp.)
Vida y obra de Manuel Gómez Morín (Estudio Introductorio), en Manuel
Gómez Morín, Constructor de Instituciones, Fondo de Cultura Económica,
México 1994
[5] Landerreche Obregón, Juan. Gómez Morín
llega a la Universidad y rompe con el régimen, en Meyer Jean et. al.
Cuando por la Raza habla el espíritu: Manuel Gómez Morín, Rector de la UNAM.
editorial JUS, Centro Cultural Manuel Gómez Morín, A.C. México 1995, pp. 55-56
[6] Wilkie, op. cit., p. 52
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