Conclusión sobre
la difusión de la
Doctrina Social
Católica en México
En virtud de todo lo anterior, podemos afirmar que el movimiento social católico fue el movimiento que más contribuyó a formar en México la conciencia social, gracias a las valiosas orientaciones de la Doctrina Social de la Iglesia.
Es cierto que en estos años también se introdujeron en México las
doctrinas socialistas y anarquistas, y que hubo grupos y publicaciones que las
difundían; el anarquismo se difundía, después de la desaparición de El
Socialista, por medio de Regeneración, que comenzó a publicarse en 1900. Este
periódico era dirigido por Ricardo Flores Magón y circuló clandestinamente
desde 1904, por lo que su difusión no pudo ser muy amplia.
Por tanto, y en virtud de que el pueblo de México ha estado acostumbrado a escuchar a sus sacerdotes, es necesario resaltar “la influencia que ejerció en el nacimiento y desarrollo de los movimientos y legislación sociales mexicanos, la Doctrina Social Católica difundida en la primera década del siglo XX.
Hay que tener en cuenta que ninguna otra doctrina social contó con los
medios de difusión del catolicismo social: en el periodo hubo cuatro Congresos
católicos, tres agrarios, tres semanas Católico-sociales, dos Dietas de la
Confederación de Círculos Católicos de Obreros;
la Doctrina Social de la
Iglesia se enseñaba en los seminarios del país, en las dos universidades
católicas que hubo, en las escuelas católicas de Jurisprudencia; hubo mexicanos
que estudiaron en universidades europeas, principalmente en la Gregoriana,
donde se cursaba sociología católica”.[1]
Finalmente, la solución definitiva de la cuestión social, de acuerdo con los católicos, sólo podía conseguirse haciendo partícipes del capital al mayor número posible de personas.
Con esa intención los pensadores
católicos estudiaron el fraccionamiento y el reparto de las propiedades
agrarias y la participación de los obreros en las utilidades de las empresas.
El reparto de utilidades no sería la última etapa.
La copropiedad en el
capital vendría a ser el coronamiento y remate de la asociación en las
utilidades, afirmaba un editorial de La Nación, Órgano del Partido
Católico Nacional. (Sobre estos temas abordados por la Doctrina Social de la
Iglesia, vale la pena consultar las orientaciones del Papa Juan Pablo II en la
Encíclica Laborem Exercens n 14, en las que reitera estas mismas ideas de
participación y de copropiedad, con fundamento en el Destino Universal de los
Bienes).[2]
[2] Cf. S.S. Juan
Pablo II. Encíclica Laborem Exercens, Sobre el Trabajo Humano, en
Iribarren, Jesús y Gutiérrez García, José Luis (coordinadores). Once Grandes
Mensajes, documentos de Doctrina Social de la Iglesia (de S.S. León XIII a
S.S. Juan Pablo II), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1992.
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