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Después de haberse mantenido estable
durante 22 años con una paridad de $12.50 por dólar, el peso mexicano pierde 58
% de su valor, dejándosele flotante, lo que constituye el principal revés para
el Gobierno de Echeverría.
El fracaso de la política estatizante de Echeverría
debe entenderse en el siguiente contexto:
Al inicio del sexenio, se recrudecía el fenómeno inflación-recesión en el mundo, con efectos como: inflación rápida y desordenada, desempleo, escasa inversión privada y parquedad de moneda circulante.
Frente a esto, el Gobierno decidió terminar con el modelo de desarrollo estabilizador que, según se definió, consistía en que grupos reducidos de empresarios, a menudo vinculados con intereses extranjeros, desarrollaban sus fortunas, mientras se “estabilizaban” los bajos ingresos de la mayoría popular.[1]
Para cubrir el vacío dejado por la inversión privada, el Gobierno aumentó la inversión pública, con un gasto que triplicaba al del sexenio anterior; la inversión pública aumentó rápidamente en términos reales en 16% y la inversión privada sólo en 4 %, entre 1970 y 1975;
creció el producto nacional bruto
gracias a la intervención del sector público, pero, para poder mantener esta
alta inversión pública y no frenar el crecimiento, el Gobierno recurrió al
endeudamiento externo, comprometiendo la independencia económica;
los artículos
del extranjero eran más baratos, creciendo las importaciones y el contrabando,
al tiempo que disminuían las exportaciones, lo que se agravó con el
proteccionismo estadounidense.
La deuda externa se duplicó con Echeverría, se agudizó el déficit de la balanza de pagos y la inflación fue superior a la de Estados Unidos.
Al iniciar el año,
los periódicos extranjeros señalaban la pérdida de valor del peso mexicano,
provocando que empresarios nacionales cambiaran pesos por dólares y sacaran capitales;
así disminuyó el ahorro nacional y aumentó el endeudamiento.
Echeverría se vió
obligado a devaluar.
Con la devaluación se disparó la inflación, aumentando en 30 % los artículos de primera necesidad y los salarios sólo en 23 %.
Contra lo esperado, las
inversiones se detuvieron más, los capitales continuaron saliendo cambiados en
dólares (3,000 millones de pesos según la banca suiza).
El Gobierno decidió
derogar impuestos a exportaciones y dejar la moneda en flotación libre, pero
volvió a devaluarse.
Al fin del sexenio la producción de petróleo aumentó de 450 mil barriles diarios a un millón;
la de energía eléctrica, de 6 millones de Kwh a 12
millones; la de acero, de 4 millones de toneladas a 9; se duplicó la red
caminera, se amplió el sistema aeroportuario, y se construyeron dos puertos de
altura en Madero, Chiapas y en Lázaro Cárdenas Michoacán.
La administración del Lic. Echeverría no tiene la culpa de la depresión que afectaba a un gran número de países en mayor o menor grado.
Pero tampoco puede
evadir la responsabilidad de haber llevado a cabo políticas que sextuplicaron
el déficit presupuestario, multiplicaron por ocho el número de empresas
controladas por el Estado, y redujeron a la mitad el valor del peso mexicano
sin alcanzar los esperados beneficios, particularmente en lo que se refiere al
aumento de las exportaciones.[2]
Durante este año, Echeverría interviene en la Conferencia sobre Asentamientos Humanos “Habitat 96”, en Vancouver, Canadá; se inaugura la Universidad Militar en Tlalpan, desapareciendo el antiguo Colegio Militar;
quince mil personas
asisten a la inauguración de la monumental Basílica de Guadalupe, a cuya
construcción contribuyó el Gobierno; se reintegra a México la franja de tierra
conocida como Corte de Ojinaga; con Estados Unidos, México logra volver al Río
Bravo a su cauce original.
El PRI postula al Lic. José López Portillo como
candidato a la Presidencia de la República, siendo sustituido en la Secretaría
de Hacienda por Mario Ramón Beteta.
Cabe señalar que… Echeverría ha encontrado en López Portillo el hombre de confianza a quien trasladar responsabilidades de toda índole, lo mismo una cátedra en la Universidad que la Presidencia de la República.
Y cuando el
actual Presidente necesitó quien le hiciera frente a dos medidas antipopulares,
el aumento en las tarifas de energía eléctrica y el establecimiento de un
impuesto a la gasolina, fue López Portillo, como director de la Comisión
Federal de Electricidad, primero, y como Secretario de Hacienda después, el que
afrontó los hechos y sus consecuencias.[3]
Once días antes de entregar el poder, Echeverría súbitamente expropia tierras agrícolas del Noroeste, para distribuirse entre 8,000 familias campesinas, lo que alentó invasiones de tierras, provocando a dueños de latifundios, comerciantes e industriales, y acelerando la fuga de capitales.
Se realiza la XXVI Convención Nacional Extraordinaria, una de las más difíciles en la vida de Acción Nacional.
Después de seis votaciones, ni Pablo Emilio
Madero (que aventajaba en las votaciones), ni Salvador Rosas Magallón,
alcanzaban el 80 % de los votos para lograr la candidatura a la Presidencia de
la República; se inician riñas entre delegados y se percibe la entrada de gente
ajena a la Convención (aparentemente llegó en camiones del PRI).
En la séptima
votación Madero alcanza el 73 % de los votos contra 23 % de Rosas Magallón;
González Hinojosa solicita a los candidatos que se retiren para poder postular
a un tercer candidato de unidad, pero estos se niegan; se recurre entonces a la
votación de los presentes, quienes tampoco acceden.
González Hinojosa declara
formalmente que el PAN no presentará candidato a la Presidencia de la
República.
En esta época en que se suscitan diversos conflictos al interior del PAN, González Hinojosa afronta la situación en un marco de clara agresividad por parte del Gobierno y de los medios de información que mostraban un “extraño interés” por el acontecer al interior del partido.
En marzo, el candidato a diputado del PAN por Ciudad Juárez es secuestrado y golpeado por militares.
En Tijuana, los panistas participantes en el desfile
del Día del Trabajo son golpeados por grupos “cetemistas”, con la complicidad
de las autoridades municipales.
El 4 de julio se realizan las elecciones federales en las que José López Portillo es candidato único, postulado por el PRI, apoyado por el PPS y por el PARM.
Hubo un inútil dispendio de recursos en la campaña de López Portillo y el
PRI-Gobierno temió un mayor abstencionismo en estas elecciones;
se permitieron
actos de propaganda para Valentín Campa, candidato por el clandestino Partido
Comunista que no contaba con registro. Porfirio Muñoz Ledo, líder del PRI, se
pasó de listo anunciando prematuramente que López Portillo había obtenido 17
millones de votos, pero más tarde se dijo oficialmente que fueron cerca de 13
millones.
Acción Nacional presenta fórmulas para senadores en la mitad de los Estados de la República, y para diputados federales en 26 Estados.
La votación para el PAN
disminuyó en comparación con otras elecciones y no se ganó ninguna diputación
por mayoría, pero se ganaron 20 diputaciones de partido.
Al PPS sólo le
correspondían 8, pero le “regalaron” otras 4; al PARM se le dan 8, violando la
ley y quedando en estos cargos su presidente y otros miembros de su comité, a
pesar de que otros de sus candidatos habían alcanzado mayor votación.
En julio ocurre un atentado dinamitero contra las oficinas del PAN en Jalisco.
En el contexto de la carencia de autonomía de la Comisión Federal Electoral y de la total incapacidad del Colegio Electoral para actuar con imparcialidad, Acción Nacional acuerda que sus candidatos no asistan a este último.
El panista Valdemar Rojas vence al candidato del PRI en las elecciones municipales de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
También se gana en Coaxomulco,
Tlaxcala. Se anulan las elecciones en León, en donde fue evidente el triunfo
del panista Juan Manuel López Sanabria.
El 1º de diciembre toma posesión como Presidente de la República el Lic. José López Portillo.
En La Nación se publicó que la adquisición por parte de Echeverría de la Organización Editorial Mexicana (antigua cadena García-Valseca) y otros órganos de prensa como el periódico El Universal, según insistentes rumores, cuyo público y notorio discurrir nadie parece interesado en rechazar, hacen suponer válidamente que Echeverría espera seguir influyendo en la política mexicana, a la manera de Lázaro Cárdenas, figura ésta con la que Echeverría ha gustado de establecer paralelismos.[4]
Acerca de Echeverría dice Alan Riding que, como ex secretario de Gobernación, reconoció la falla política del sistema en 1968. En su campaña electoral, vio que la crisis era incluso más profunda: el “milagro económico” había conducido al desarrollo industrial, pero había dejado a millones de mexicanos en una inmensa miseria.
Por consiguiente, empezó a prometer el
cambio. Cuando ocupó su puesto, liberó a los presos políticos de 1968, alentó a
los medios de comunicación a cuestionar los mitos de la Revolución y anunció
una “apertura democrática”…
trató de rejuvenecer al
sistema, introduciendo al gobierno a tecnócratas jóvenes, alentando la
formación de nuevos sindicatos independientes, inyectando militancia al
movimiento campesino oficial e incluso jubilando a cientos de generales
revolucionarios viejos para hacerle espacio a oficiales más jóvenes…
había
colocado en el poder a una generación totalmente nueva, la cual suponía, le
sería fiel en los siguientes años. Los intelectuales liberales y de izquierda
estaban especialmente complacidos con la nueva política exterior activista de
Echeverría, que ondeaba orgullosamente la independencia de México de Estados
Unidos al abrazar causas del Tercer Mundo y buscar nexos más estrechos con el
gobierno socialista de Chile y con Cuba.
Pero no se ganó a todos. Mientras Washington se iba irritando con la retórica de Echeverría, aparecieron en México, por primera vez, guerrillas izquierdistas, dando pie a una nueva oleada de represión, aunque menos visible que antes.
Sin embargo, la oposición más seria procedió del sector privado, que
consideraba que Echeverría era enemigo de la iniciativa y estaba decidido a
aumentar el papel del Estado en la economía.
En consecuencia, la inversión
privada disminuyó, al tiempo que el gobierno empezó a contratar muchos
préstamos en el extranjero con objeto de financiar el creciente e inflacionario
gasto público.[5]
Echeverría y la CIA
Washington. Cuando Porter Goss, el director nombrado (en el año 2004) de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pasó tiempo en México como agente encubierto, en algún momento de la década de los 60, la capital mexicana era en términos reales uno de los "puntos calientes" de las actividades clandestinas internacionales.
Calificada por algunos como "la Viena del hemisferio occidental", la ciudad de México albergó en los 60 y los 70 una de las mayores estaciones de la CIA en el mundo, encargada entonces de vigilar y espiar las actividades de soviéticos, cubanos, europeos del este y refugiados de la izquierda latinoamericana.
Fue la época en que la CIA tuvo
puestos de escucha y vigilancia visual frente a las embajadas soviética y
cubana;
fue cuando Phillip Agee describió en su libro Inside the CIA,
publicado en 1975, que describió la identidad y las acciones de la agencia de
espionaje estadounidense en México y que en una amplia descripción del ambiente
reveló que uno de los personajes descritos como "contactos" de la
agencia de espionaje estadounidense era el ahora ex presidente mexicano y
entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, con la designación
Litempo 14 .[6]
Las traiciones
de Echeverría
Contrario a su
discurso, Luis Echeverría Álvarez fue uno de los principales guardianes de
Estados Unidos en América Latina.
Si como
secretario de Gobernación fue el mejor informante que en su momento tuvo la
Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) en México, como
presidente se puso a disposición de su homólogo estadunidense Richard M. Nixon
para contener la Revolución cubana, encabezada por Fidel Castro, y aislar la experiencia
socialista del chileno Salvador Allende, de quien públicamente se declaraba
admirador.
La CIA bautizó a
su colaborador en México como Litempo 8. Fue la clave para identificar al
enlace de mayor importancia que tenía en el país. No era para menos.
Como
secretario de Gobernación, Echeverría tenía el control de la policía secreta
del régimen priista, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), así como de la
Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS).
Ya como
presidente, Echeverría fue más explícito en sus servicios a Estados Unidos. En
Washington acordó con Nixon actuar para detener “la amenaza comunista” de
Castro y el socialismo de Allende.
Escogió ese camino para convertirse en “la
voz de América Latina”.
Ese propósito
fue resultado del viaje que hizo Echeverría a Washington en junio de 1972.
Visitó la Casa Blanca los días 15 y 16 y conversó durante varias horas con
Nixon.
Todo fue grabado de manera subrepticia por el Servicio Secreto (SS) como
parte de una tradición inaugurada por el presidente Lyndon B. Johnson con el
propósito de que cualquier diálogo presidencial quedara registrado.
Los micrófonos
captaron cada una de las palabras de los dos presidentes que se reconocían a sí
mismos como líderes mundiales.
Cinco pequeños micrófonos fueron colocados en la
silla de Nixon y dos más en una chimenea cercana.
Más que suficientes para que
quedara el testimonio en el que Echeverría se perfilaba como guardián de los
Estados Unidos en América Latina.
Los diálogos, apoyados en un traductor,
revelan con claridad la comunión de intereses.
A lo largo de su
inacabado segundo mandato, Nixon fue grabado por el SS. Tres mil 700 horas en
total. De ellas, poco más de tres fueron con Echeverría o son referencias
elogiosas a él en los intercambios de opiniones que el entonces jefe de la Casa
Blanca tuvo con sus más cercanos colaboradores.
Entre ellos, su asesor de
Seguridad Nacional, Alexander Haig, quien posteriormente fue secretario de
Estado de otro presidente republicano: Ronald Reagan, ya fallecido. Otro de los
que supo de los elogios de Nixon a Echeverría fue el director de la CIA,
Richard Helms, quien conocía de sobra los servicios prestados por el presidente
mexicano.
Durante años,
Nixon –fallecido en abril de 1994– se opuso a la revelación del contenido de
esas grabaciones, pero a partir de 1999 el Archivo de Seguridad Nacional de
Estados Unidos ha difundido algunas de ellas.
La encargada del Proyecto México
de esa organización no gubernamental, Kate Dole, tiene registradas 169
referencias a México y a su presidente en aquella época.
Antes de ir a
Estados Unidos, Echeverría realizó una gira por varios países de América
Latina, incluido Chile, donde se encontró incluso con Allende. Después, viajó a
Beijing y a Moscú, donde previamente había estado Richard M. Nixon.
Conversaciones reveladoras
Echeverría hizo
ese viaje a Estados Unidos un año después del 10 de junio de 1971, cuando el
grupo paramilitar Los Halcones, creado desde que él era secretario de
Gobernación, arremetió contra una manifestación de estudiantes.
En ese
operativo fueron asesinados al menos 12 de ellos, según informó lustros después
la desaparecida fiscalía para la guerra sucia que encabezó Ignacio Carrillo
Prieto.
La más
reveladora de las conversaciones de Echeverría con Nixon es la del 15 de junio
de 1972, registrada entre las 10:31 de la mañana y las 12:10, tiempo de
Washington.
El encuentro de los dos mandatarios se efectuó poco antes de que el
visitante pronunciara un discurso ante el Congreso estadunidense.
Dígale al
presidente –le pidió Echeverría al traductor– que en el discurso que daré ante
la sesión conjunta del Congreso en la próxima hora reiteraré mis principios del
Tercer Mundo frente a los grandes poderes del mundo porque…
–… Por la doctrina Echeverría –interrumpió Nixon.
–…Sí, porque si yo no tomo esta bandera en América Latina (Fidel) Castro lo hará. Estoy muy consciente de esto.
Y prosiguió: En
México sentimos –y sentí lo mismo cuando fui a Chile y puede ser sentido en
América Central, y entre los jóvenes y algunos intelectuales– que Cuba es una
base soviética en todo el sentido del término, tanto militar como
ideológicamente. Y esto va a pasar bajo nuestras narices.(…)
Y creo, señor
presidente, que es obvio que con el gran subsidio que recibe (de los
soviéticos) y su profunda complicidad, intenta proyectar su influencia en
grupos tanto en los Estados Unidos como en América Latina.
Y si en México
no adoptamos una actitud progresista hacia la estructura de libertad y de
amistad con Estados Unidos, esa tendencia va a crecer.
He sentido esto no sólo
en América Latina sino en los Estados Unidos...[7]
En la organización masónica existe el
Capítulo de los Caballeros Kadosh, que son los hombres que se reúnen para
deliberar y decidir sobre política. Por ejemplo, Luis Echeverría, expresidente
de México y agente de la CÍA, era el Gran Orador del Capítulo de Caballeros
Kadosh en México.[8]
Léanse mis "Apuntes para entender el proyecto del Nuevo Orden Mundial: La conspiración de la masonería contra la Iglesia Católica para imponer un solo gobierno mundial":
[1] Gutiérrez
Casillas, S.J. José. Jesuitas en México durante el siglo XX, op. cit.,
p. 390
[2] Ibid., p. 392
[3] Declaración del
comité regional de Chihuahua. ¿Qué pretende Echeverría?, en La Nación, Órgano Oficial del
Partido Acción Nacional, Año XXV, No. 1461, 15/septiembre, México 1976, pp. 5-6
[4] Ibid., p. 5
[5] Riding. op. cit., pp.
80-81
[6] Cf. Carreño, José. corresponsal,
Periódico El Universal, 11 de agosto, México, 2004
[7] Carrasco Araizaga, Jorge. Periódico
A.M.,
29 de marzo de 2009, Querétaro, México
[8] Cf. Díaz Cid, Manuel
Antonio. Génesis y Doctrina de la
Francmasonería, Ediciones de la Universidad Popular Autónoma del Estado de
Puebla, 1990, pp. 36-37
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