martes, 21 de septiembre de 2021

Manuel Gómez Morín y los Organismos Intermedios

 


Manuel Gómez Morín
y los
Organismos Intermedios

Por Bernardo López Ríos *

* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica


El Estado

Hablar de una visión de Estado necesariamente implica tener bien claro lo que significa el Estado.

Siguiendo a Héctor González Uribe, diremos que después “de siglos de evolución en los diferentes pueblos, la vida política ha venido a concretarse en la institución que llamamos el Estado. La denominación viene de la época del Renacimiento italiano, en el siglo XVI y ha sido aceptada por todos los pueblos civilizados.

El Estado moderno es una organización muy amplia y compleja… el Estado es algo más amplio que el mero gobierno. El gobierno es una parte del Estado, pero no es todo. Aunque muchas veces los gobernantes pretendan identificarse con el Estado, esto no se justifica, porque también son parte integrante del Estado los ciudadanos. El Estado no es un monopolio del gobierno. Es un binomio gobierno - pueblo”. [1]

El Derecho Internacional nos dice que los cuatro elementos que componen a un Estado son: pueblo, territorio, gobierno y soberanía.

El “Estado contemporáneo es un Estado de Derecho. ¿Qué significa esto? Quiere decir que los actos del Estado no dependen ya de la voluntad arbitraria y caprichosa de los gobernantes en turno, sino que están determinados por la ley y están sometidos a las limitaciones que ésta les señala. Lograr eso no fue fácil. Fue fruto de largas y penosas luchas contra la arbitrariedad y el despotismo de quienes detentaban el poder. esas luchas culminaron, a fines del siglo XVIII, con las revoluciones democrático-constitucionales de la independencia norteamericana y de la Revolución Francesa de 1789”. [2]    

Hoy se ha extendido por muchos pueblos de la tierra el Estado de Derecho bajo la forma de régimen constitucional, en el cual se busca un equilibrio de todos los factores del poder en beneficio de la libertad. Reconocer la existencia de ese régimen es fácil si se toman en cuenta estos factores:

la existencia en el país de una Constitución, de preferencia escrita y rígida, que sea la ley suprema a la que todas las demás leyes y los actos del gobierno estén sujetos

la vigencia de una serie de derechos públicos subjetivos o garantías individuales en favor de los ciudadanos, reconocidos y protegidos por la propia Constitución

el respeto al principio de legalidad, conforme al cual todos los actos del gobierno y la administración pública deben tener su fundamento en las leyes vigentes

-  una efectiva separación de los poderes públicos, de tal manera que unos a otros se limiten y contrapesen

un gobierno representativo del pueblo, basado en el sufragio popular libremente emitido y respetado en sus manifestaciones

una opinión pública libremente organizada y expresada, y capaz de constituirse en una serie de grupos de presión para obligar al gobierno a sujetarse a las leyes

una serie de recursos administrativos y jurisdiccionales para que los particulares defiendan sus derechos frente a las arbitrariedades del Estado [3]


En su estudio sobre las ideas de Gómez Morín hasta mediados de los años treinta, Enrique Krauze señala que el “gran problema moral de Gómez Morín era su capacidad para precisar qué quería para México; el creador de utopías, así sean limitadas o técnicas, no consiente desviaciones; había que hacer un país democrático, fácil a la iniciativa, al referéndum y a la revocación, erigir en cuarto poder a un instituto técnico que conociera la realidad cuantitativamente y se aplicara a mitigar el dolor terrenal. Había que integrar una sociedad moderna y por moderno debía entenderse un sistema muy lejano del ‘dejar hacer, dejar pasar’: cooperativismo en el campo, la propiedad considerada sólo como un medio para la producción, el seguro social, un eficiente sistema fiscal y, sobre todo, un Estado rector, administrador. Nada de esto era imposible. Gómez Morín no decretaba la utopía, la imaginaba asequible mediante el trabajo, asequible todos los días”.[4]

El Hombre

“Yo no concibo un México de abundancia y de riqueza, si no se admite la vigencia de un núcleo de valores básicos en los cuales se apoye la vida colectiva. Ese núcleo es el reconocimiento de que el hombre es cuerpo y alma, es portador de valores eternos; tiene una dignidad eminente. El hombre tiene necesidades qué satisfacer; pero también tiene anhelo qué cumplir, y destino qué realizar…” [5]

Principio de Subsidiariedad y Federalismo

“En cuanto a la familia, nosotros creemos en el principio de subsidiaridad: lo que el hombre pueda hacer por sí solo, lo debe hacer él, y no tiene derecho la familia, que es la primera sociedad, de irrumpir en su personalidad; debe respetarlo, ayudarlo a realizarse. Lo que la familia pueda hacer por sí sola, no lo tiene que hacer el municipio, la ciudad; el municipio debe respetar esa zona peculiar de acción de familia; lo que el municipio puede hacer, no lo tiene que hacer el Estado; lo que el Estado puede hacer, no lo tiene que hacer la Federación.

Por eso somos anticentralistas… Creemos en la subsidiaridad y en la descentralización”. [6]

Acción del Estado

Sobre la función del Estado y el Principio de Subsidiariedad, expresa claramente:

“El gobierno es el rector, es el director, es el orientador, es el juez. En el mundo moderno, claro, el gobierno tiene, además, una capacidad económica inmensa que debe ser puesta al servicio de esta causa.

¿ Hasta dónde llega la posible actividad del gobierno, y hasta dónde debe ser esa actividad de los particulares ?

No se puede definir en cifras sino en conceptos: todo aquello que los particulares no puedan hacer y sea indispensable, lo debe hacer el gobierno indudablemente”. [7]

“… el Estado en un papel de rector, de director, de impulsor en materia de educación, como en todo lo demás”. [8]

“El Estado… el árbitro de las relaciones económicas como en todas las demás que forman la vida social”. [9]

Los Organismos Intermedios

“… aun cuando llegara a ser la familia una institución social, un organismo social más débil de lo que es actualmente en México, eso no quiere decir que el Estado sea el único órgano capaz de ayudar a la solución de los problemas de México.

Hay muchas otras asociaciones entre el hombre, la persona humana aislada, y el Estado, que deben ser reconocidas y respetadas, y que tienen un ámbito propio de acción.

Están, por ejemplo, las asociaciones profesionales, los sindicatos; están los ejidos, las asociaciones de agricultores, que debieran ser respetadas y dedicadas a cumplir su misión, en vez de ser convertidas en organismos políticos.

Están las agrupaciones de cultura, las universidades, que deben ser libres también, autónomas, para cumplir con su misión. Están las agrupaciones religiosas.

Hay una multitud de agrupaciones y de sociedades entre el Estado y la persona. Aun en la mera estructura política, hay el municipio y el Estado y la Federación. Nosotros creemos en esa necesaria conservación de un federalismo natural en la sociedad”. [10]

El Municipio

Gómez Morín fue promotor del Primer Congreso Nacional Fiscal que, a sugestión suya, se ocupó de la distribución de los Ingresos entre los Municipios, los Estados y la Federación. Para Gómez Morín, el municipio tiene un valor inapreciable. (ver nuestro capítulo sobre Estado y Economía)

He aquí una muestra de ello:

“El Municipio, apenas un grado más allá de la familia en la preciosa lista de las comunidades intermedias, es el punto en que se opera la intersección trascendental entre la vida privada y la pública… es ya la prefiguración del Estado… es concreción y fuente primaria de lo propiamente social”.  [11]

Señalaba Gómez Morín:

“A través de la Edad Media luminosa, con brillo peculiar resplandece la comunidad municipal…

La Historia nos orienta igualmente al régimen municipal. De la misma etapa precortesiana, vienen antecedentes que merecen estudio más especializado y amoroso. Lo comprueban cédulas y ordenanzas relativas a la conservación del régimen propio de las comunidades indígenas y lo acredita la prudencia de Don Vasco en sus Hospitales.

Cómo olvidar, por otra parte, que el primer acto en el proceso de formación de la nueva nacionalidad, fue un acto municipal que selló para siempre nuestra vinculación con los ideales políticos del Occidente en los que el municipio, la comuna, la ciudad, tenían ciertamente un profundo arraigo y una función capital en el ordenamiento de la vida común.

A través de los siglos, la Polis nos trae el aroma de Grecia y desde Roma la Ciudad da a la sociedad humana la reciedumbre militar y jurídica de sus instituciones mejores  y de su léxico más noble”. [12]

Y paradójicamente nos muestra Gómez Morín que:

“Cuando en la Península se ahogaba la voz de los comuneros, el Nuevo Mundo recibía y hacía suyo el legado salvador del Municipio, de tal modo que los mismos monarcas promotores de la centralización en España fomentaron aquí en nuestra América la vida municipal…” [13]

Acerca de los antecedentes en América, para el gobierno municipal, Gómez Morín afirma:

“Yo estoy seguro de que hay antecedentes, tanto indígenas como españoles, para el gobierno municipal. El gobierno municipal en España lo acabó un monarca absoluto, Felipe II. Los comuneros de Castilla son los antecesores de nuestro municipio en México. Hernán Cortés venía con el espíritu de los comuneros, y lo primero que hizo en México fue establecer el municipio de la Villa Rica de la Vera Cruz. Y del lado indígena, hay la organización del calpulli, que era como un régimen municipal local. [14] 

En México, además, la geografía… hace que la centralización asuma aquí caracteres especiales de artificialidad y que sus perjuicios sean, con ello, mayores. Para subsistir, el Poder central necesita establecer una maquinaria política de dominación que empiece por deshacer las posibilidades mismas de la administración local y que, inevitablemente, entrega esa administración, cada vez más inerme y desorganizada, como botín a sus cómplices mínimos”. [15]

Ha sido una lucha constante de Acción Nacional alcanzar la meta del municipio libre.

“De hecho, el primer folleto de propaganda que el Partido editó en 1939… bajo el nombre de “La Ciudad”, planteó desde entonces el desastre del municipio en México, sus posibilidades inmensas y la premiosa urgencia, por tanto, de una acción municipal como base de un programa de renovación de nuestra vida pública; como medio, el mejor, más llano y más adecuado, para la formación ciudadana; y como cumplimiento de un propósito superior que es el de fortalecer la pluralidad de comunidades naturales intermedias entre el hombre y el Estado, para adecuar verdaderamente la estructura jurídico-política de la Nación a su estructura social genuina y para hacer posible, a la vez, la instauración de la autoridad en la amplitud de su carácter propio y la defensa eficaz de las libertades humanas esenciales frente al asalto repetido de las fuerzas que hipertrofian al Estado”. [16]

Inclusive, Gómez Morín va a las raíces del Derecho cuando afirma:

“De este modo, la tesis municipal nos obliga aún por el propio Derecho declarado. No importa que el Artículo 115 de la Constitución sea imperfecto y haya quedado hasta ahora sin cumplimiento. Bien sabemos que la vida del derecho tiene cimientos más hondos que la voluntad del gobernante, y que su obligatoriedad y su eficacia no se acaban porque la norma escrita en el papel permanezca inaplicada, ni derivan de las palabras que el gobernante haga imprimir en una ley en contra de la voluntad del pueblo. En donde el derecho tiene, en lo temporal, su raíz y la razón de su vigencia, la institución municipal ha estado y está permanentemente establecida como cimiento de toda la estructura jurídico-política de la Nación”. [17]

Estado y Organismos Intermedios

Gómez Morín también se refiere a los organismos intermedios, en términos de límites a la acción del Estado y de protección a la dignidad de la persona humana.

“En cambio, estamos en contra de dejar al individuo suelto, disperso, aislado frente al Estado omnipotente. Creemos que los mejores límites del Estado son los límites que le impone el reconocimiento de todas las instituciones intermedias: familia, municipio, ciudad, escuela, universidad, sindicato, ejido, agrupación económica, agrupación profesional: barra de abogados, colegio de ingenieros; partidos políticos.

Todas esas son agrupaciones que deben tomar cada vez mayor ímpetu para colaborar en dar un pluralismo organizado a la vida de la comunidad nacional. Yo no creo en la unidad bajo un emperador; y menos bajo un césar sexenal, como quieren que sea el Presidente de la República en el régimen político del PRI”. [18]

La Sociedad

Dado que Gómez Morín vivió en la época en la que las sociedades fueron controladas por el excesivo poder del Estado totalitario, como en el fascismo, en el nazismo y el comunismo, y también tomó experiencia de las dramáticas consecuencias del individualismo con su Estado liberal decimonónico contra la dignidad de la persona humana, escribía en la década de los 40’s:

“Hoy, frente a las interpretaciones fantasmales y deshumanizadas de la sociedad o a las creaciones prácticas de un estatismo feroz e inhumano, cada vez más obviamente se alza la realidad dramática de una sociedad de hombres en permanente empeño para ordenar su convivencia justa y tranquila y en perenne vigilia para dar a la autoridad la plenitud sagrada de su misión propia e impedir que la soberbia o la codicia la desvíen, la paralicen o la exalten en monstruosas divinizaciones”. [19]

Y precisa y aclara sus conceptos sobre la sociedad:

“… porque no es cierto que la sociedad esté integrada por personas individuales y esa falsa versión conduce, como lo ha mostrado la dolorosa experiencia, a las más equivocadas concepciones de lo social y de lo humano, a la paralización de la autoridad para el bien y a su crecimiento asimétrico y desproporcionado hacia la opresión. Precisa reconocer y fomentar a las comunidades intermedias entre la persona y el Estado y, simultáneamente, definir y estructurar esas comunidades para que no pierdan su naturaleza ni se desvíen de su fin y para que, con coherencia orgánica, sean el sustento del Estado equilibrado armonioso que anhelamos y el apoyo permanente para que la persona pueda cumplir su misión temporal y su vocación eterna”. [20]

“La sociedad, no reunión fortuita y unitaria de individuos dispersos, sino armoniosa estructuración de núcleos naturales que de la familia a la Nación - y a comunidades quizá más amplias algún día próximo - vinculen a los hombres, por razones biológicas, por motivos de trabajo, por fines de cultura, por comunión en la misma fe”. [21]

“… la sociedad - todas las formas sociales, del hogar a la Nación, del municipio a la comunidad internacional -, concebida como condición y escenario, como base y auxilio para que la persona humana realice sus destinos…” [22]

Notas 

Artículo publicado en Palabra, revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, año 16, No. 65, julio-septiembre, México, 2003, pp. 38-45

[1] Héctor González Uribe, “Persona y Estado: La existencia política del hombre y sus problemas”, en Revista Signo de los Tiempos, Año 2, No. 6, enero-febrero, IMDOSOC, México, 1986, pp. 4-5

[2] Ibid., p. 5

[3] Cf. Ibid., p. 5

[4] Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, Siglo XXI editores, México, 1994, p. 254

[5] James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX: entrevistas con Manuel Gómez Morín, JUS, México, 1994, p. 122

[6] Ibid., pp. 122-123

[7] Ibid., p. 81

[8] Ibid., p. 117

[9] Conferencia pronunciada en la reunión de grupos en el local de “Acción Nacional”, 30/junio/1939, en Manuel Gómez Morín, La Nación y el Régimen, Biblioteca de “Acción Nacional”, s.f., p. 76

[10] Wilkie, op. cit., pp. 124-125

[11] Manuel Gómez Morín, Diez Años de México, (1947), Epessa, México, 1996,  p. 210

[12] Ibid., p. 212

[13] Ibid., pp. 212-213

[14] Wilkie, op. cit., p. 95

[15] Diez Años de México (1947), pp. 210-211

[16] Ibid., (1947), pp. 206-207

[17] Ibid., (1947), pp. 215-216

[18] Wilkie, op. cit., p. 125

[19] Diez Años de México (1947), p. 202

[20] Diez Años de México (1947), pp. 207-208

[21] Ibid., (1943) p.133

[22] Ibid., (1945), p. 166


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