lunes, 20 de septiembre de 2021

El Concepto de Cambio Social de Manuel Gómez Morín

 

El Concepto de Cambio Social 
de
Manuel Gómez Morín

Por Bernardo López Ríos * 

 * Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica

Nación y Estado

Iniciaremos con su importante distinción entre Nación y Estado para comprender mejor su particular concepción del cambio social, de la relevancia de la formación de la opinión pública, de la auténtica ciudadanía y del sentido de la historia de México.

Gómez Morín define a la Nación y la distingue del Estado, de la siguiente manera:

La Nación, que no es mito ni figura abstracta, sino gozosa y doliente, próspera o decaída; pero siempre amable y amada realidad viva que fue en nuestros padres, es en nosotros y será en los que nos siguen, con tradición y con destino propios; hogar y camino, refugio y deber. El Estado, por fin, como expresión y estructuración jurídica de la Nación, no como su exactor ni como su opresor; obligado a la justicia, gestor y defensor de su bien, previsor de sus necesidades, baluarte de su derecho, intérprete y conductor de su destino. [1]

Sobre las raíces de la Nación, nos dice Gómez Morín:

“… la Nación como comunidad superior histórica y de futuro, apoyada en dos fuertes raíces que la ligan, una, a la España de los valores eternos, y otra, a la savia más rica del suelo Americano; el Bien Común que engrana y conjunta y supera por la Justicia, la Libertad y el Orden”. [2]

En 1931, cuando Gómez Morín escribía para los jóvenes universitarios, decía: “… la nación que es integración de puros valores íntimos humanos…”[3]

Respecto a la Nación y al Gobierno, señalaba Gómez Morín:

“Ahora, como entonces, la Nación y el Gobierno están separados, son antagónicos; el régimen está caduco, preso en las tramas del convencionalismo que él mismo ha creado, reducido a la banda de los que de él medran y prosperan”. [4]

Para lograr de esta trascendental vinculación entre Nación y Gobierno, se requiere del Cambio Social, como lo entendió y vislumbró Gómez Morín.

El Cambio Social

“Y no he perdido ese sentido de la necesidad de un cambio de estructura y de orientación de la sociedad”, le decía Gómez Morín a Wilkie. [5]

En este sentido, nos son de gran utilidad los conceptos del destacado sociólogo canadiense Guy Rocher, quien ha definido al cambio social como “toda transformación observable en el tiempo, que afecta, de una manera no efímera ni provisional, a la estructura o al funcionamiento de la organización de una colectividad dada y modifica el curso de su historia… la definición que … hemos dado… se muestra ahora bajo su verdadera luz: el cambio social es el cambio de estructura resultante de la acción histórica de ciertos actores o de ciertos grupos en el seno de una colectividad dada”. [6]

El cambio social en el concepto original de Gómez Morín, consiste en lograr la subordinación del Estado a la Nación, y para lograrlo se requieren estrategias bien definidas que deben ser persistentemente llevadas a la práctica, pues Gómez Morín es un hombre que une teoría y práctica.

“… la de lograr, en suma, dentro del sistema constitucional vigente, que el Estado sea, en su formación y en su funcionamiento, la más genuina representación posible de la Nación verdadera”. [7]

“Otros muchos caminos hay para obtener la subordinación real y constante del Estado a la Nación y para lograr la expresión mejor de la voluntad de ésta; pero el camino establecido en México es el de la representación, y mientras ésta siga siendo la burla repugnante que ha sido, México seguirá irremisiblemente escindido en dos porciones ajenas y hostiles: 

la de los que trabajan y piensan y crean, y son el cuerpo y el alma de la Nación, y la de los adueñados del poder Público y atribuyéndose además - lamentablemente con efectos jurídicos y prácticos inevitables - el nombre de México, lo oprimen y lo violentan, lo desfiguran o lo entregan, y en una escala descendente de apetitos, lo arruinan y empobrecen a la vez que ellos forman enormes, aunque irremisiblemente precarias, fortunas”. [8]

“Y el camino legítimo para procurar ese cambio es el de la elección. Y el medio adecuado para alzar la opinión pública, en un país de tan escasa preparación política como el nuestro; para levantar frente a las fuerzas organizadas del Poder una expresión inequívoca de la voluntad ciudadana, es el de una lucha electoral que al mismo tiempo simplifica y concentra los objetivos de la acción y permite reunir no sólo por las razones positivas de un programa idéntico, sino aun por las puramente negativas de una inconformidad con lo actual, el mayor número de voluntades”. [9]

Siguiendo a Guy Rocher, diremos que los agentes del cambio social, son las personas, los grupos, las asociaciones que introducen el cambio, lo sostienen, lo fomentan o se oponen a él. Los agentes son los actores y los grupos cuya acción social reviste, en ciertos aspectos, las características propias de una acción histórica. “Se trata de los actores y grupos cuya acción está animada por objetivos, intereses, valores, ideologías que tienen un impacto sobre el devenir de una sociedad”. [10]

“De allí la necesidad, origen de nuestra Agrupación (el Partido Acción Nacional), de definir una doctrina, precisar una posición programática fundamental, promover la adopción integral de un nuevo estilo de vida, dar a la conducta individual y a la acción colectiva una nueva tonalidad, recuperar para la Nación entera un sentido de origen, de trayectoria, de destino, que parece haber perdido”. [11]

“Así nació Acción Nacional. No para defender los antiguos bastiones, refugio del último repliegue defensivo en la deserción de la vida pública, sino para desbordarlos y lanzar contra la horda asaltante, el ataque sin fin y sin descanso de un recto concepto actuante del hombre, del Estado, de la autoridad, de la nación; para acreditar la infatigable supervivencia de la verdad; para construir con la múltiple abundancia de las formas sociales auténticas, la Ciudad armoniosa; para reemprender el genuino camino de nuestra historia; para que México, la Nación y los hombres, volvieran a tomar en sus manos su propio destino intransferible, inexpropiable”. [12]

La Ciudadanía

Como se ha visto, este punto es particularmente importante, si tomamos en cuenta que el Estado democrático anhelado por Gómez Morín, es un Estado de ciudadanos auténticos, porque:

“… pensamos en la necesidad de revisar todo el problema político de México, porque en la base de ese problema está la falta de ciudadanía: no habíamos sido formados ciudadanos; no teníamos antecedentes de ciudadanía. Primero, los años de la Colonia, en los que nos tocaba callar y obedecer y nada más. Después, a raíz de la Independencia, empezaron las guerras civiles; luego la época de la Intervención y las guerras extranjeras. No tuvimos ocasión de organizar nuestra democracia…

Treinta años de porfiriato que no creó, y ésa fue su culpa mayor, espíritu cívico. Siguió el breve paréntesis de Madero, como un relámpago. Y después la Revolución y los caudillos militares. Pensamos que era indispensable reconocer esa realidad y empezar el trabajo desde la raíz: la formación de conciencia cívica. Decidimos, así, la organización del Partido”. [13]

La Opinión Pública

Para Gómez Morín, lograr la formación de una auténtica opinión pública de los ciudadanos, de ciudadanos conscientes de sus derechos y de sus deberes, es fundamental para alcanzar un régimen político democrático. Por ello, el hecho de que el PAN no lograra ganar las elecciones, es algo previsto por Gómez Morín, quien ve en la participación del Partido a un instrumento de socialización política.

“… ha sido indispensable procurar la existencia de un verdadero Estado nacional. Luchar por lograrlo es obligación perentoria. Que esa obligación incluya o no entre las formas de lucha, la participación misma en las elecciones cuando faltan totalmente las seguridades mínimas de posibilidad y de respeto para el voto, o si la lucha ha de orientarse exclusivamente en el sentido de crear una fuerza incontrastable de opinión que imponga la reforma rehusando entre tanto toda participación con la campaña electoral próxima, será asunto que esta Convención habrá de resolver y que el comité Nacional no ha podido decidir unánimemente…” [14]

Después de haber participado en varias elecciones y a pesar de la acostumbrada presencia del fraude electoral por parte del PRI, continuaba la persistencia, el ánimo inquebrantable y motivador de Gómez Morín, gracias, en gran medida, a su visión del cambio social a través de la formación de la opinión pública de la ciudadanía, dirigida a la consolidación de un Estado de Derecho, lo cual constataba él mismo al señalar que:

“El resultado de estas experiencias electorales no fue la confirmación por el fracaso, de la apatía desesperada, sino al contrario, el reencendimiento de la voluntad ciudadana de lucha; ese resultado enseña la posibilidad y la urgencia de fortalecer doctrinal y programáticamente y con cuadros firmes, responsables y permanentes, a la opinión pública, no sólo para capacitarla a exigir con vigor incontrastable el cambio de la situación actual, la creación de NUEVAS INSTITUCIONES que abran la posibilidad jurídica del sufragio, sino capaz de dar a esas instituciones vida y eficacia humanas, posibilidad de cumplimiento práctico valioso, ordenado al bien, apoyo inquebrantable en una verdadera conciencia política nacional y en un responsable esfuerzo de inteligencia y cumplimiento del deber político”. [15]

Y esto con el fin de lograr la concordancia Estado-Sociedad:

“… porque es apremiante en grado sumo, porque es de urgencia vital la reordenación de nuestra vida pública en todos sus aspectos conceptuales y prácticos, desde el sufragio y las garantías mínimas de la persona humana, hasta la precisión de la naturaleza y los fines del Estado, su concordancia y vinculación con el ser verdadero de la sociedad y su posibilidad de representar y guiar, de expresar y proteger los intereses perennes de la Patria”. [16]

Años después y con mayor experiencia,  respecto a la formación de la opinión pública que buscó formar, sabiendo  bien que todavía pasarían muchos años, reafirmaba convencido:

“Efectivamente nos ha reforzado siempre en nuestra tesis de que lo importante es formar opinión pública, organizarla, darle voz, darle programa, darle instrumentos legales, eficaces, de acción. El día que esto se logre, será posible pensar en una organización democrática en México”.[17]

Aquí resulta interesante recordar lo Gómez Morín le escribía a Vasconcelos la histórica carta de 1928, en términos de análisis de una experiencia histórica:

“El ambiente que había en México en 1920 era admirable. Un gran movimiento de opinión expulsó al carrancismo del poder y, a pesar de su apariencia militar, ese movimiento fue, en realidad, una ola de indignación moral en contra de los métodos carrancistas. Pudieron llegar al gobierno personas como usted, y durante algún tiempo, al menos, fue posible desarrollar en el gobierno una tarea libre orientada”.[18]

Krauze recuerda que ya desde su juventud, Gómez Morín, insistía “en criticar las sesiones a puerta cerrada de las cámaras, que hacían a un lado, según pensaba, a la opinión pública”.[19]

El Artículo 3º Constitucional

La implantación de la educación socialista ocasionó al gobierno del General Cárdenas, aparte de la oposición de los padres de familia, muchos trastornos: atentados en las escuelas oficiales, persecución y asesinatos de maestros rurales, brotes rebeldes, especialmente en el Estado de Jalisco.

Gómez Morín califica como la falta mayor del régimen, lo hecho en educación:

“Es claro que el Señor Presidente de la República no tuvo ocasión de leer la Ley Reglamentaria del Artículo 3º. Constitucional aprobada por el Congreso, ni sabe lo que realmente pasa en la Secretaría de Educación, las cuales atacan las convicciones religiosas, la libertad de pensamiento filosófico, la unidad de la familia y la conservación de su peculiar y venerado perfil en México, las prerrogativas esenciales para la dignidad de la persona humana, el decoro del magisterio y su capacidad para cumplir la altísima misión social que le está encomendada, y la libertad espiritual indispensable no sólo para toda obra real de cultura, sino para la constitución y la vida mismas de la Patria”. [20]

Estas no son diatribas - le dice Gómez Morín - motivadas por un sentimiento de oposición. “Son consideraciones absolutamente irrefutables que el Señor Presidente, como todos los mexicanos, pueden comprobar fácil y plenamente con sólo leer el texto increíble del Artículo 3º. de la Constitución, fraudulentamente reformado en 1934, y el texto grotesco de su llamada Ley Reglamentaria…” [21]

El texto del artículo 3º. Constitucional decía entonces: La educación que imparta el Estado será socialista y además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del Universo y de la vida social.

Tanto el PAN como Gómez Morín se anticiparon 9 años a la Declaración Universal de los Derechos Humanos en lo relativo a educación. Así, años más tarde, en la década de los 60’s, diría Gómez Morín:

“Del artículo 3º. yo no quiero opinar; dejo que opinen la UNESCO y la ONU y la Declaración Universal de los derechos del Hombre: eso es bastante. No necesito decir más. Lo que tendría que decir es tan rudo, tan duro, que prefiero no decirlo. Sólo cabe en una mente primaria el texto primitivo del artículo 3º. constitucional. El texto actual, aunque ya está un poco modificado, todavía sigue siendo absurdo; pero no es aquel que decía que había que darles a los niños “el conocimiento racional y exacto de la vida, del hombre y del universo”. ¡Nada más!”[22] 

También recuerda Gómez Morín el Grito de Guadalajara, en el que Calles, poco antes de entregar la Presidencia a Cárdenas, “llegó a decir que los niños eran del Estado; que el Estado tenía la obligación y el derecho de formarles su mentalidad y su conciencia… No creo que haya sido una tesis nacionalista la que se perseguía, sino una tesis dictatorial: tener el control absoluto, desde la niñez, para que ya cuando llegaran a la mayoría de edad estuvieran habituados a callar y obedecer”. [23]

Tal vez en la entrevista con Wilkie, al negarse a opinar sobre el artículo 3º, Gómez Morín estaba recordando lo que había dicho en 1941, cuando señalaba que “el propósito real de ese artículo y de su ley reglamentaria… es deformar el alma de los niños y de los jóvenes, achatar su espíritu, quebrarles desde pequeños la espina dorsal, matarles la fe en los valores terrenos - padres, familia, patria - y en los infinitos y eternos!…

Todos estos textos absurdos, sectarios y grotescos, toda esta maraña de necedades… y las circulares de la secretaría de Educación; esos monumentos de mentira, de estupidez y de mala gramática que son los libros de texto, no tienen otro fin que desterrar de la enseñanza los conceptos básicos y verdaderos, indispensables para la formación integral de los niños y para la existencia misma de la ciencia.

Todo ese sectarismo cobardemente disfrazado de cientificismo, no es, además sino un intento de instauración, basado en una amalgama de filosofía social falsa, y de doctrinas económicas sin substancia, de tesis políticas muy concreta y certeramente dirigidas a hacer posible un régimen de esclavitud y de explotación permanentes”. [24]

Iglesia y Educación

Siguiendo su acostumbrado análisis histórico, menciona el punto sobre la Iglesia  y la educación en México:

“Respecto al papel del clero - yo diría el papel de la Iglesia -, el papel histórico, obviamente durante todo el tiempo de la Colonia y durante los primeros sesenta años de la historia independiente, la obra educacional más importante estuvo siempre en manos de la Iglesia”. [25]

Al respecto, recuerda de José Vasconcelos, Secretario de Educación en tiempos de Obregón, “que decía, y creo que tiene  toda la razón: si le dieran a los jesuitas de la Misión de la Tarahumara la décima parte de lo que el gobierno gasta en sus supuestas misiones en la Tarahumara, ya todos los tarahumaras sabrían leer y escribir y tendrían casa y vestirían bien, y serían buenos agricultores”. [26]

Seguramente para Gómez Morín, estas atinadas ideas de Vasconcelos tuvieron una especial significación, sobre todo si consideramos que con los indígenas en “la zona de la Tarahumara constantemente se está en contacto… Quizás algunas de las primeras palabras que aprendía un niño en mi tiempo, en Batopilas, eran rarámuri - en lengua rarámuri -, en lengua tarahumara. La primera nana que yo tuve fue una muchacha tarahumara… Todos los que viven allá tienen la oportunidad de verlos de cerca y tratarlos, si no son de las gentes que van a molestarlos y a explotarlos”. [27]

Más adelante aclara Gómez Morín que sería “absurdo pensar que en la vida moderna el Estado no tuviera o no quisiera tener atribuciones en materia de educación. El Estado tiene deberes y derechos muy claros en materia de educación, y no puede abandonar los deberes ni puede dejar de ejercitar sus derechos. Yo no veo que exista un conflicto de ninguna manera irremediable entre la Iglesia enseñante y el Estado en un papel de rector, de director, de impulsor en materia de educación, como en todo lo demás.

Y en un país en que hay tan pocos elementos, donde han faltado tantas escuelas y maestros, y siguen faltando, no sé por qué podrían cerrarse las escuelas católicas.

Creo que la reforma del artículo 3º. que ha propuesto Acción Nacional es la única correcta… es una cosa no sectaria; es decir, nosotros no queremos la reforma del artículo 3º. para hacer una cosa antirrevolucionaria. ¡Si el México actual es hijo también de la Revolución, y yo digo que nosotros no queremos la historia mutilada! La queremos hasta con Cárdenas y con Calles, y con todo lo que es nuestro, querámoslo o no”. [28]

Los Libros de Texto  Oficiales y 

la Historia de México

Hablando sobre los libros de texto “gratuitos”, ya en la década de los 60’s, Gómez Morín le explicaba a Wilkie que cortan la historia y que  era un gravísimo error “tratar de cortar en dos partes la historia de México. Es única, y los mexicanos de ahora tenemos que heredar glorias y vergüenzas, dolores y alegrías del pasado, de dondequiera que vengan.

Para mí tan importante es, como raíz, como tronco del México actual, España y la Colonia, como las culturas indígenas; quizá más determinantes del México actual la Colonia y la cultura occidental que las culturas indígenas, porque durante siglos permanecieron ocultas, y apenas empezamos ahora a encontrar su sentido: todavía no sabemos descifrar muchos de los glifos mayas, por ejemplo… Sabemos que hay dos raíces de México, la indígena y la española y, cualesquiera que sean los defectos o las virtudes de esas raíces, son nuestras y no admitimos su negación. [29]

Héroes de México han sido Cuauhtémoc y Hernán Cortés, este “con atrocidades, pues claro, si venían en son de guerra.

Lo fueron los primeros doce franciscanos, y después todos los agustinos y todos los franciscanos y todos los jesuitas que abrieron las misiones y que recorrieron el país por todas partes, y establecieron los primeros caminos y las primeras escuelas, y la primera civilización con sentido humano.

Y lo fue el padre Hidalgo, por supuesto, y lo fue en grado superlativo - una figura que han tratado de borrar porque les hace sombra a todos los demás -, lo fue Morelos: era no sólo un héroe en la guerra, sino un héroe también en el pensamiento político y social. Lo fue Iturbide, en cuanto hizo posible la consumación de la Independencia… Justo Sierra; importantísimos fueron don Ezequiel A. Chávez, don Antonio Caso, don José Vasconcelos. Para la determinación del México actual, de la juventud actual… esas tres figuras tienen un valor inmenso.

Nosotros no queremos cortar en dos la historia de México: aceptamos la herencia “sin beneficio de inventario”; la aceptamos con los activos y los pasivos; con lo glorioso y con lo no glorioso; la tomamos íntegra”. [30]

Sobre Benito Juárez, el personaje más importante en la historia oficial, Gómez Morín, con su gran conocimiento y sentido histórico de México, tenía su propia y equilibrada opinión:

“Si se me pregunta a mí cuán admirable fue Juárez durante su estancia en Chihuahua, cuando tuvo que salir huyendo hasta mi pueblo (Batopilas) allá, yo tengo que decir que fue un hombre admirable, que supo mantener el espíritu republicano y de libertad, hasta los confines de la República. Si se me pregunta qué pienso de Juárez, autor de los primeros fraudes electorales, y de los más constantes, puedo decir que fue un mexicano típico del partido oficial.”. [31]

Cabe recordar que Juárez quiso llevar a cabo el Tratado McLane-Ocampo, el cual muestra hasta “qué punto estaba Juárez dispuesto a vender su propio país, a fin de conseguir el reconocimiento de su gobierno por los Estados Unidos, y junto con eso la ayuda económica de todo género”.[32] 

En efecto, el memorándum preliminar para la discusión del tratado señala claramente que el Gobierno Constitucional consentirá en traspasar la soberanía sobre dicho territorio (Baja California) a los Estados Unidos… los mismos Estados Unidos gozarán de un derecho de vía perpetuo a través del Istmo de Tehuantepec, entre otras concesiones. “El Tratado McLane-Ocampo no logró obtener la ratificación del Senado de los Estados Unidos… sin embargo, Juárez había logrado el reconocimiento de su gobierno de parte del Presidente Buchanan… 

Francisco Bulnes llama al Tratado McLane-Ocampo un pacto intervencionista para intervenciones continuas desde el momento en que los Estados Unidos quedaron autorizados a encargarse de conservar perpetuamente la paz en México”.[33]

Además, a Benito Juárez se le ha llamado el “benemérito de las Américas”, porque así lo decretó una Legislatura de Colombia, que no tenía ni podía tener jurisdicción en las demás naciones del Continente, y no tenía por tanto, autoridad para darle un título que fuera reconocido por todas ellas.[34]

Y añade Gómez Morín:

“Juárez no es todo luz, tiene también sombras. Tampoco es pura luz la Revolución. Ni los héroes ni la historia, en ninguna parte, son pura claridad. Los mejores tienen mucho que hacerse perdonar. Es irreal, es inhumano, es antisocial pensar en la historia o los héroes de otro modo. Y es inicuo obligar a un pueblo a adorar a unos hombres de la historia y odiar a otros, y a hacer de ello un motivo actual, permanente, de división nacional”. [35]

 Notas

Artículo publicado en Palabra, Revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, Año 16, No. 63, enero-marzo, México, 2003, pp. 19-29

[1] Manuel Gómez Morín, Diez Años de México (1943), Epessa, México, 1996, p.133

[2] Ibid., (1940), p. 68

[3] Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, Siglo XXI, México, 1994, op. cit., p. 335

[4] Ibid., (1940), p. 60

[5] James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX: entrevistas con Manuel Gómez Morín, JUS, México, 1989,p. 45

[6] Rocher, Guy. Introducción a la Sociología General, editorial Herder, Barcelona 1979, pp. 414 y 416

[7] Diez Años de México (1943), p. 124

[8] Ibid., (1943), pp. 134-135

[9] Ibid.,(1939), p. 11

[10] Rocher. op. cit. p., 418

[11] Diez Años de México (1940), p. 57

[12] Ibid., (1941), pp. 85-86

[13] Wilkie, op. cit., pp. 55- 56

[14] Diez Años de México (1943), p. 136

[15] Ibid., (1944), p. 148

[16] Ibid., (1944), p. 157

[17] Wilkie, op. cit., p. 67

[18] Krauze, 1994, op. cit., p. 276

[19] Ibid., p. 89

[20] Diez años de México (1940), pp. 29-30

[21] Ibid., (1940), p. 30

[22] Wilkie, op. cit., p. 117

[23] Ibid., pp. 42-43

[24] Diez Años de México (1941), pp. 101-102

[25] Wilkie, op. cit, p. 117

[26] Ibid., p. 33

[27] Ibid., p. 10

[28] Ibid., pp. 117-118

[29] Ibid., pp. 113 y 136

[30] Ibid., pp. 113-114

[31] Ibid., pp. 114-115

[32] Joseph H.L. Schlarman, México, Tierra de Volcanes, de Hernán Cortés a Miguel de la Madrid Hurtado, Porrúa, México, 1993, p. 359

[33] Ibid., pp. 360-361

[34] Cf. García Gutiérrez, Jesús. Apuntes para una vida del Lic. Benito Juárez, (s.f.), p. 3

[35] Wilkie, op. cit., p. 115


No hay comentarios:

Publicar un comentario